EL LATIDO DE LA MUERTE






EL LATIDO DE LA MUERTE


No habría ninguna oportunidad de llegar a conocer la muerte si sólo ocurriera una vez. Pero, por fortuna, la vida no es sino una continua danza de nacimiento y muerte, una danza de cambio. Cada vez que oigo el murmullo de un arroyo de montaña, o las olas que rompen en la orilla, o el palpitar de mi propio corazón, oigo el sonido de la impermanencia. Estos cambios, estas pequeñas muertes, son nuestros lazos vivientes con la muerte. Son el pulso de la muerte, el latido de la muerte que nos incita a soltar todas las cosas a las que nos aferramos.


Así pues, trabajemos en estos cambios ahora, durante la vida: esta es la auténtica manera de prepararse para la muerte.


La vida puede estar llena de dolor, sufrimiento y dificultades, pero todas estas cosas son oportunidades que se nos presentan para ayudarnos a avanzar hacia una aceptación emocional de la muerte. Sólo cuando creemos que las cosas son permanentes nos negamos la posibilidad de aprender del cambio.


Si nos negamos esta posibilidad, nos cerramos y nos volvemos codiciosos. La codicia, el aferramiento, es la fuente de todos nuestros problemas. Puesto que, para nosotros, la impermanencia equivale a angustia, nos aferramos desesperadamente a las cosas, aun cuando todas las cosas cambian. Nos aterroriza desprendernos de ellas; de hecho, nos aterroriza vivir, ya que aprender a vivir es aprender a desprenderse. Y esta es la tragedia y la ironía de nuestra lucha por retener: no sólo es imposible, sino que nos provoca el mismo dolor que intentamos evitar.


La intención que nos mueve a aferramos no tiene por qué ser mala en sí; el deseo de ser feliz no tiene nada de malo, pero aquello a que nos asimos es inasible por naturaleza. Los tibetanos dicen que no se puede lavar dos veces la misma mano sucia en el mismo río, y que «por mucho que estrujes un puñado de arena nunca le sacarás aceite».


Tomar en serio la impermanencia es liberarse poco a poco de la mentalidad de aferramiento, de nuestra errónea y destructiva imagen de la permanencia, de la falsa pasión por la seguridad sobre la que construimos todo. Poco a poco nos vamos dando cuenta de que todos los dolores que hemos conocido por querer asir lo inasible eran, en el sentido más profundo, innecesarios. Aceptar esto también puede resultar doloroso al principio, porque parece muy ajeno. Pero a medida que reflexionamos y seguimos reflexionando, nuestro corazón y nuestra mente experimentan una transformación gradual. Desprenderse empieza a parecer más natural, y se vuelve cada vez más fácil.


Quizá necesitemos mucho tiempo para llegar a captar toda la envergadura de nuestra necedad, pero, cuanto más reflexionemos, más desarrollaremos una actitud de desprendimiento; es entonces cuando se produce un cambio en nuestra manera de verlo todo.


Contemplar la impermanencia no es suficiente por sí solo: es necesario trabajar con ella durante la vida. Tal como los estudios de medicina exigen la teoría y la práctica, en la vida ocurre lo mismo. Y en la vida el entrenamiento práctico es el aquí, es el ahora, en el laboratorio del cambio. A medida que se van produciendo los cambios, aprendemos a verlos con una nueva comprensión, y aunque seguirán produciéndose como antes, algo en nosotros será distinto. Toda la situación será más relajada, menos intensa y dolorosa; incluso los efectos de los cambios que experimentemos nos resultaran menos impresionantes o desagradables. Con cada cambio sucesivo comprendemos un poco más, y nuestra visión de la vida se vuelve más profunda y más amplia.



REFLEXIÓN Y CAMBIO - TRABAJAR CON LOS CAMBIOS


Vamos a hacer un experimento. Coja una moneda. Imagínese que representa el objeto al que usted se aferra. Enciérrela en el puño bien apretado y extienda el brazo con la palma de la mano hacia el suelo. Si ahora abre el puño o afloja su presa, perderá aquello a lo que se aferra. Por eso está apretando.


Pero hay otra posibilidad: puede desprenderse y aun así conservarla. Con el brazo todavía extendido, vuelva la mano hacia arriba de forma que la palma quede hacia el cielo. Abra la mano y la moneda seguirá reposando sobre la palma abierta. Ha dejado de aferrarse. Y la moneda sigue siendo suya, aun con todo ese espacio que la rodea.


Así pues, existe un modo en que podemos aceptar la impermanencia sin dejar de disfrutar de la vida, todo al mismo tiempo, sin aferramos.


Pensemos en lo que suele suceder con frecuencia en las relaciones. Muchas veces las personas no se dan cuenta de cuánto aman a su pareja hasta que de pronto perciben que la están perdiendo. Entonces se aferran todavía más. Pero cuanto más se apegan, más se les escapa la otra persona y más frágil se vuelve su relación.


Muchas veces buscamos la felicidad, pero la propia manera en que la perseguimos es tan torpe y desmañada que sólo nos acarrea mayor pesar. Por lo general, suponemos que hemos de aferramos a fin de obtener ese algo que nos dará la felicidad.


No vemos cómo podemos disfrutar de algo si no podemos poseerlo. ¡Con cuánta frecuencia se confunde el apego con el amor! Incluso cuando se trata de una buena relación, el amor sufre a causa del apego, con su inseguridad, su posesividad y su orgullo; y después, cuando el amor se ha perdido, lo único que nos queda de él son los «recuerdos» del amor, las cicatrices del apego.


¿Cómo, entonces, podemos trabajar para vencer el apego?


Sólo conociendo su naturaleza no permanente; este conocimiento nos libra poco a poco de su dominio. Llegamos a vislumbrar lo que, según dicen los maestros, puede ser la verdadera actitud para cambiar: como si fuéramos el cielo que contempla pasar las nubes, o tan libres como el mercurio. Cuando el mercurio se derrama por el suelo, su propia naturaleza es permanecer intacto; nunca se mezcla con el polvo. Cuando intentamos seguir el consejo de los maestros y nos libramos poco a poco del apego, en nuestro interior se libera una gran compasión. Las nubes del aferramiento se separan y dispersan, y resplandece el sol de nuestro verdadero corazón compasivo. Es entonces cuando empezamos a saborear en nuestro yo más profundo la euforizante verdad contenida en estas palabras de William Blake:


Aquel que se ata una Alegría

la alada vida destruye;

aquel que besa la Alegría según vuela

vive en la aurora de la Eternidad?



EL ESPÍRITU DEL GUERRERO


Aunque se nos ha hecho creer que si dejamos de aferramos acabaremos sin nada, la propia vida demuestra una y otra vez lo contrario: que el desprendimiento es el camino que lleva a la auténtica libertad.


Así como las olas no causan ningún sufrimiento a las rocas al chocar contra ellas, sino que las erosionan y esculpen dándoles bellas formas, también los cambios pueden moldear nuestro carácter y suavizar nuestras aristas. Mediante los cambios podemos aprender a cultivar una compostura apacible pero inconmovible. Nuestra confianza en nosotros mismos va en aumento, y llega a ser tan grande que la bondad y la compasión empiezan a emanar naturalmente de nosotros y a llevar alegría a los demás.


Esta bondad es lo que sobrevive a la muerte, una bondad fundamental que está en todos y cada uno de nosotros. Nuestra vida entera es una enseñanza sobre cómo descubrir esta poderosa bondad y un entrenamiento para realizarla.


Así, cada vez que las pérdidas y las decepciones de la vida nos dan una lección sobre la impermanencia, nos llevan más cerca de la verdad. Cuando se cae desde una gran altura, sólo hay un lugar al que se puede ir a parar: al suelo; el suelo de la verdad. Y si se tiene la comprensión que proviene de la práctica espiritual, la caída no es en absoluto un desastre sino el descubrimiento de un refugio interior.


Correctamente entendidos y utilizados, los obstáculos y dificultades a menudo pueden resultar una fuente inesperada de energías. En las biografías de los maestros se observa con frecuencia que de no haberse enfrentado a obstáculos y dificultades no habrían descubierto la fuerza que necesitaban para superarlos. Este fue, por ejemplo, el caso de Gesar, el gran rey guerrero de Tíbet, cuyas hazañas constituyen la mayor epopeya de la literatura tibetana. Gesar significa «indomable», una persona a la que nunca se puede abatir. Desde el momento en que nació, su malvado tío Trotung trató de eliminarlo por todos los medios, pero a cada nuevo intento Gesar se volvía más y más fuerte. En realidad, fue gracias a los esfuerzos de Trotung que Gesar llegó a ser tan grande. De ahí surgió un proverbio tibetano: Trotung tro ma tung na, Gesar ge mi sar, lo cual quiere decir que si Trotung no hubiera sido tan perverso e intrigante, Gesar nunca habría podido encumbrarse tanto.


Para los tibetanos, Gesar no sólo es un guerrero en el plano de las armas, sino también en el espiritual. Un guerrero espiritual es una persona que ha desarrollado una clase especial de coraje, alguien de por sí inteligente, apacible e intrépido.


Naturalmente, los guerreros espirituales todavía pueden tener miedo, pero aun así son lo bastante valerosos para saborear el sufrimiento, para relacionarse claramente con su miedo fundamental y extraer sin evadirse las lecciones de las dificultades.


Como nos dice Chógyam Trungpa Rimpoché, llegar a ser un guerrero significa que «podemos cambiar nuestra mezquina lucha en pos de la seguridad por una visión mucho más vasta, una visión de intrepidez, apertura y auténtico heroísmo...».


Entrar en el campo transformador de esa visión mucho más amplia es aprender a estar a nuestras anchas en el cambio, y a hacer de la impermanencia nuestra amiga.


EL MENSAJE DE LA IMPERMANENCIA: LA ESPERANZA QUE HAY EN LA MUERTE


Contemple aún más a fondo la impermanencia y descubrirá que tiene otro mensaje, otro rostro; un mensaje de gran esperanza que le abre los ojos a la naturaleza fundamental del universo y a nuestra extraordinaria relación con él.


Si nada es permanente, entonces todo es lo que llamamos «vacío», es decir, desprovisto de toda existencia duradera, estable e inherente; y todas las cosas, cuando se contemplan y se comprenden en su verdadera relación, no son independientes sino interdependientes con todas las demás cosas. Buda comparó el universo a una vasta red tejida con una incalculable variedad de gemas fulgurantes, cada una de ellas con un número incalculable de facetas. Cada gema refleja en sí todas las demás gemas de la red y, de hecho, es una con todas las demás.


Imagínese una ola del mar. Vista de cierto modo, parece poseer una clara identidad, un principio y un fin, un nacimiento y una muerte. Vista de otro modo, la ola en sí no existe realmente, pues sólo es el comportamiento del agua, «vacía» de cualquier identidad propia pero «llena» de agua. Así, al reflexionar detenidamente sobre la ola, llega usted a percibir que es algo que el viento y el agua hacen temporalmente posible, y que depende de una serie de circunstancias en cambio constante. Y advierte también que cada ola está relacionada con cualquier otra ola.


Cuando se examina con detenimiento, nada posee una existencia inherente propia, y esta ausencia de existencia independiente es lo que llamamos «vacuidad». Piense en un árbol. Cuando piensa en un árbol, tiende a pensar en un objeto claramente definido, y en cierto modo, como la ola, es así. Pero cuando se contempla el árbol más de cerca, se advierte que en último término carece de existencia independiente. Al examinarlo, comprobará que se disuelve en una red muy sutil de relaciones que abarca todo el universo. La lluvia que cae sobre sus hojas, el viento que lo agita, la tierra que lo alimenta y lo sostiene, las estaciones, el clima, la luz de la luna, de las estrellas y del sol.


Todo forma parte del árbol. Cuando empiece a pensar más y más a fondo en el árbol, descubrirá que todo en el universo contribuye a hacer del árbol lo que es, que en ningún momento se lo puede aislar de ninguna otra cosa y que en todo momento su naturaleza es sutilmente cambiante. A esto nos referimos cuando decimos que las cosas están vacías: a que carecen de existencia independiente.


La ciencia moderna nos habla de una gama extraordinaria de interrelaciones. Los ecologistas saben que el incendio de un árbol en la selva tropical amazónica altera de algún modo el aire que respira un habitante de París, y que el aleteo de una mariposa en Yucatán afecta la vida de un helécho en las Hébridas.


Los biólogos están empezando a descubrir la fantástica y compleja danza de los genes que crea la personalidad y la identidad,una danza que se remonta al pasado más lejano y demuestra que aquello que denominamos «identidad» se compone en realidad de un torbellino de influencias diversas. Los físicos nos han revelado el mundo de las partículas cuánticas, un mundo asombrosamente semejante al descrito por Buda en su metáfora de la red resplandeciente que se extiende por todo el universo. Al igual que las joyas de la red, todas las partículas existen potencialmente como distintas combinaciones de otras partículas.


Así pues, cuando nos contemplamos detenidamente a nosotros mismos y a todas las cosas que nos rodean y que tan sólidas, estables y duraderas nos parecen, comprobamos que no son más reales que un sueño. Buda dijo:


Sabed que todas las cosas son como esto:

un espejismo, un castillo de nubes,

un sueño, una aparición,

sin esencia, pero con cualidades que pueden verse.


Sabed que todas las cosas son como esto:

como la luna en un cielo brillante

en algún lago transparente reflejada,

aunque a ese lago la luna nunca se ha desplazado.


Sabed que todas las cosas son como esto:

como un eco que deriva

de música, sonidos y llanto,

y sin embargo en ese eco no hay melodía.


Sabed que todas las cosas son como esto:

como un mago que crea ilusiones

de caballos, bueyes, carros y otras cosas,

nada es lo que aparenta ser.0


La contemplación de este carácter onírico de la realidad no tiene por qué volvernos fríos, desesperados ni amargados, en modo alguno. Al contrario, puede abrir en nosotros un humor cálido, una compasión suave y fuerte que apenas imaginábamos poseer y, en consecuencia, más y más generosidad hacia todos los seres y cosas. El gran santo tibetano Milarepa dijo: «Al ver la vacuidad, tened compasión». Cuando por medio de la contemplación vemos realmente la vacuidad y la interdependencia de todas las cosas y de nosotros mismos, el mundo se nos revela bajo una luz más viva, más nueva, más brillante, como la red de gemas infinitamente reflectantes de que habló Buda. Ya no necesitamos protegernos ni fingir, y resulta cada vez más fácil hacer lo que aconsejaba un maestro tibetano:


Reconoce siempre la característica onírica de la vida y reduce el apego y la aversión. Práctica la benevolencia hacia todos los seres. Sé amoroso y compasivo, te hagan lo que te hagan los demás. Lo que puedan hacerte no te importará tanto cuando lo veas como un sueño. El truco está en tener una intención positiva durante el sueño. Esto es lo esencial Esto es la verdadera espiritualidad.


La verdadera espiritualidad es también ser consciente de que si somos interdependientes de todo y de todos los demás, incluso nuestro menor y más insignificante pensamiento, palabra o acción tiene consecuencias reales en todo el universo. Arroje un guijarro a un charco y verá cómo hace temblar toda la superficie del agua, produciendo una serie de ondas que se van fundiendo unas con otras dando lugar a otras nuevas. Todo está indisolublemente interrelacionado: llegamos a darnos cuenta de que somos responsables de todo lo que hacemos, decimos o pensamos, responsables, en realidad, de nosotros mismos, de todas las personas y de todo lo demás, y de todo el universo. El Dalai Lama ha dicho:


En el mundo altamente interdependiente de hoy, los individuos y las naciones ya no pueden resolver por sí solos muchos de sus problemas. Nos necesitamos unos a otros. Por consiguiente, debemos cultivar un sentido de responsabilidad universal... Es nuestra responsabilidad individual y colectiva proteger y cuidar la familia global, apoyar a sus miembros más débiles y conservar y atender el entorno en que vivimos todos."


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EL LIBRO TIBETANO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE - SOGYAL RIMPOCHÉ





Cuento UN SIMPLE JUEGO










Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando el ABURRIMIENTO había bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan loca, les propuso: Vamos a jugar a las escondidillas



La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse preguntó: ¿a las escondidillas? ¿Cómo es eso?. Es un juego, explicó la LOCURA, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden lo mejor que puedan y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego El ENTUSIASMO bailó secundado por la EUFORIA. LA ALEGRIA dio tantos saltos que terminó por convencer a la DUDA e incluso a la APATIA, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, la VERDAD prefirió no esconderse, ¿para qué? Si al final siempre la encontraban, y la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le molestaba era que la idea no se le hubiese ocurrido a ella) y la COBARDIA prefirió no arriesgarse...Uno, dos, tres...comenzó a contar la LOCURA...



La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino, la FE, subió al cielo y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto



La GENEROSIDAD casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: que si un lago cristalino ideal para la BELLEZA, que si la rendija de un árbol perfecto para la TIMIDEZ, que si el vuelo de la mariposa, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD, que si una ráfaga de viento, magnifico para la LIBERTAD. El EGOISMO en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo...pero sólo para él. La MENTIRA se escondió en el fondo del océano (mentira, en realidad se escondió detrás del arcoíris) y la PASION y el DESEO en el centro de los volcanes. El OLVIDO...se me olvidó dónde se escondió...pero eso no es lo importante



Cuando la LOCURA contaba 999,999, el AMOR aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado...hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores. ¡¡¡Un millón!!! – contó la LOCURA, y comenzó a buscar. La primera en aparecer fue la PEREZA, a sólo 3 pasos de una piedra. Después se escuchó a la FE discutiendo con DIOS en el cielo sobre dogmas, y a la PASION y al DESEO los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a la ENVIDIA y, claro, pudo deducir donde estaba el TRIUNFO. Al EGOISMO no tuvo ni que buscarlo, él solito salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la BELLEZA, y con la DUDA resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.



Así fue encontrado a todos: al TALENTO entre la hierba fresca, a la ANGUSTIA en una oscura cueva, a la MENTIRA detrás del arcoíris (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta al OLVIDO...que ya le había olvidado que estaba jugando a las escondidillas. Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio. La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo cada riachuelo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencido divisó un rosal y las rosas...Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó. Las espinas habían herido los ojos al AMOR



La LOCURA no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo. Y desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidillas en la tierra: EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA SIEMPRE LO ACOMPAÑA




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AUTOR ANONIMO

 




EDGAR CAYCE SOBRE MEDITACIÓN Y ORACIÓN





Según Edgar Cayce, la sintonía y la aplicación están en el corazón del crecimiento espiritual. La sintonización es el proceso de despertar a nuestra naturaleza espiritual y nuestra verdadera relación con Dios. Las herramientas recomendadas con más frecuencia para lograr esta sintonía son la práctica regular de oración y meditación. Cayce creía que la oración hablaba con Dios, mientras que la meditación escuchaba a Dios. Tanto la oración como la meditación son invaluables para restablecer una conciencia consciente de nuestra fuente espiritual mientras invitamos a la voluntad de Dios a trabajar a través de nosotros como un "canal de bendiciones" para los demás.





Meditación


Aunque la meditación ha sido durante mucho tiempo una práctica aceptada en Oriente, no fue hasta la década de 1960 que ganó aceptación en Occidente. Curiosamente, Edgar Cayce recomendaba la meditación a finales de los años veinte y treinta. Hoy en día, la investigación clínica ha demostrado que la meditación tiene efectos positivos en la salud general de una persona, y muchos médicos la recomiendan a sus pacientes como una forma de combatir el estrés.


La meditación es la práctica de aquietar nuestro cuerpo físico y nuestra mente y enfocar nuestra atención hacia adentro en lugar de enfocarnos en el mundo que nos rodea. A medida que empiece a practicar la meditación a diario, le resultará más fácil. También puede notar que la sensación de paz dentro de usted durante la meditación comenzará a trasladarse a su día. Aunque algunas escuelas de pensamiento sugieren que la mente debe estar en blanco cuando meditas, el material de Cayce sugiere que la mente es una fuerza constructiva y permite la sintonización más cercana posible si se usa de la manera correcta.


Cayce a menudo sugirió que enfoquemos nuestras mentes en una afirmación positiva durante la meditación. Puede optar por repetir una frase en su mente, como "Estoy en paz" o "Dios es amor", luego intente mantener el sentimiento de la frase (paz, amor, alegría, satisfacción) en su conciencia mientras se sienta en silencio. Incluso los principiantes pueden experimentar los efectos calmantes de unos momentos de silencio intencionado o pensamientos enfocados positivamente.


La meditación promueve la coordinación en tres niveles: físicamente, comenzamos a relajarnos; mentalmente, nuestros pensamientos ocupados se vuelven tranquilos y enfocados; y espiritualmente, nos recuperamos y somos capaces de tratar con más amor y eficacia a las personas y los acontecimientos que nos rodean. Siguiendo unos sencillos pasos, cualquiera puede aprender a meditar; incluso los principiantes pueden experimentar los efectos calmantes de unos momentos de silencio decidido.


Aprenda a meditar de una manera fácil y segura, a su propio ritmo, comenzando con estos Cinco Pasos para la Meditación :


1. Ponte cómodo. Mantenga la columna recta, las piernas sin cruzar y relaje los músculos tensos de su cuerpo.


2. Realice con cuidado el ejercicio de cabeza y cuello recomendado por Cayce:


Diríjase hacia adelante, vuelva erguido (repita tres veces);


cabeza hacia atrás, regreso erguido (repetir tres veces);


cabeza hacia el hombro derecho, regrese erguido (repita tres veces);


cabeza hacia el hombro izquierdo, regrese erguido (repita tres veces);


gire la cabeza en un círculo completo en el sentido de las agujas del reloj (repita tres veces);


gire la cabeza en un círculo completo en sentido antihorario (repita tres veces).


3. Utilice una oración de protección, como: Cuando me abro a las fuerzas invisibles a través de la meditación, me rodeo del pensamiento y la protección del espíritu de Cristo.

4. Respire profundamente. Llene sus pulmones de abajo hacia arriba, exhale de arriba hacia abajo. Inhale por la fosa nasal derecha y exhale por la boca (repita tres veces). Inhale por la fosa nasal izquierda y exhale por la derecha (repita tres veces).


5. Utilice la afirmación y la oración. Avanza por las tres etapas para enfocarte en la afirmación: pensar en ella, sentirla, experimentarla. Regrese a la etapa de pensamiento cada vez que la mente divague.


Opcionalmente, puede resultarle útil utilizar ayudas para la meditación como música, incienso, cánticos, rituales personales, lecturas inspiradoras y oración.


… Y en la meditación, no medites, sino escucha la voz interior. Porque la oración es una súplica por dirección, por entendimiento. La meditación es escuchar lo Divino interior.



Oración



La oración es un concepto verdaderamente universal entendido por todas las culturas y personas del mundo. De acuerdo con las lecturas de Edgar Cayce, hay una mente colectiva (el Espíritu o la Fuente) y como somos del Espíritu, todos somos uno y podemos afectarnos unos a otros positivamente, o en realidad, también negativamente. Cada pensamiento deja una impresión en esta mente colectiva. La oración es tan eficaz que Cayce solía decir: "¿Por qué preocuparse cuando se puede orar?" La preocupación no logrará nada, pero la oración, como incluso la ciencia está descubriendo, funciona. Influye en situaciones, personas y resultados.


Cinco consejos para oraciones poderosas


1. Cuando necesite oraciones, ore por los necesitados; en el dar, viene el recibir.


2. Utilice frases positivas; en lugar de enumerar lo difíciles que son las cosas en su vida, ore por el “mejor resultado” para su alma.


3. ¡Pida que se haga la voluntad de Dios, y su oración podría ser respondida de muchas maneras!


4. Use un lugar y tiempo específicos para ofrecer oraciones. Esto crea un lugar especial y sagrado para sus sesiones de oración


5. Eleve su oración con meditación primero. Después de meditar, envíe luz y energías constructivas a las personas en su lista de oración personal.


Tus oraciones ascienden al trono de Dios, y el ángel de cada entidad se para ante el trono para interceder.



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FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERIOR por KWAN YIN







Después de la experiencia que había pasado en aquel mundo extraño y el enfrentamiento que tuvo con el ser de la piedra, el joven príncipe sentía deseos de estar solo, sentía que había muchas lecciones que aún no podía asimilar; sus pensamientos iban y venían tratando de recordar cada instante, cada palabra, cada imagen, de lo que había experimentado. Recordaba la extraña sensación que tuvo cuando vio que podía respirar bajo el agua. Recordó, igualmente, cuando lo sacaron del agua y sintió que se ahogaba y cómo aquel ser lo lanzó al espacio y empezó a volar y volvió a experimentar la dicha inefable de sentirse libre y remontarse por los espacios. Recordó su encuentro con la tormenta y cómo ésta lo precipitó hacia el fondo de un remolino. Trataba de recordar, paso a paso, la conversación que tuvo con aquel ser extraño de la piedra. Yo soy Dios, le había dicho, y no me interesa si tú te alejas o te acercas; si encuentras los 10 principios o si no los encuentras, siempre estarás dentro de mí, siempre serás parte de mí. 


Mientras su mente recordaba las imágenes que había visto, una voz resonó en su interior: “Hijo mío, hasta ahora has caminado por el mundo de los sentidos; el universo que nosotros habitamos está compuesto de dos partes, una de ellas la puedes ver, tocar, sentir, la otra, mora en tu interior. Los principios que hasta ahora has descubierto son aquellos que el universo ha reservado para el mundo de los sentidos; los otros principios no podrás encontrarlos a través de los sentidos, tendrás qué buscar dentro de ti, tendrás que aprender a descubrir ese mundo interior desde donde yo te estoy hablando. Ten presente mis palabras porque tu camino empezará a llevarte por terrenos aún más sorprendentes”.


Las palabras callaron, el silencio se hizo en la mente del joven príncipe mientras él trataba de seguir escuchando más, dado que lo que le habían dicho carecía de significado, todavía, para él. Su viaje siguió sin saber a dónde ir, sin tener algún punto fijo, sin tener prisa, sin estar perdido. De pronto, en su mente, aparecieron nuevamente las palabras que aquel ser le dijera: “No voy a ningún lado, ¿acaso tengo que tener un destino para viajar?”. Recordó que esas palabras le intrigaron y que ahora, ante lo que había escuchado internamente, tomaban un nuevo significado. Si los otros cinco principios se encontraban dentro de él, ¿Qué importaba hacia dónde enfilara su nave?, ¿Qué importaba si viajaba en una dirección o en otra, si iba hacia delante o hacia atrás?, su camino ahora empezaba a ser interior. El príncipe se dijo a sí mismo: Si lo que falta encontrar está dentro de mí, pues, entonces, buscaré en cada rincón de mi cuerpo, en cada rincón de mi mente, hasta encontrarlos, porque una nueva esperanza se ha despertado en mí; siento que he avanzado en el camino y siento que de aquí en adelante el resto deberá ser más sencillo. 


Una luz iluminó su nave. Buscando, el príncipe, encontró que su recorrido lo había llevado hasta entrar en contacto con uno de los grandes anillos que rodeaban a un inmenso planeta. La nave se había iluminado con un color ligeramente naranja; encontró entonces, que todas las cosas que veía habían tomado el color naranja, su nave parecía extraña, él mismo se percibía extraño, todo era de color naranja. Poco a poco, el color fue cambiando al seguir la nave su recorrido y una luz azulada iluminó todo el interior de su nave; ahora todo se volvía azul, un azul tenue, pero de agradable aspecto a sus ojos. Más adelante todo se tornó verde y, así, fueron transcurriendo color tras color y la mente del príncipe se despertó diciendo: Yo sé que estos colores que hoy percibo en mi nave no son los reales, yo sé que estos colores están siendo influidos por la luz que proviene del exterior; ahora, debo preguntarme: ¿Cuál será el color real de las cosas que siempre he visto, éste que hoy estoy viendo a través de los anillos de este planeta, o el que siempre he visto y que es probable que también se encuentre influenciado por la luz que percibimos?. ¿Cuál es la verdad?, ¿Cuál es la verdad de todas las cosas? 


Y su nave atravesó los anillos y siguió viajando por el espacio, pero, en la mente del príncipe, había una pregunta sin respuesta. Las cosas tal vez no sean como yo las he visto siempre, tal vez una luz de un especial color haya iluminado siempre las cosas haciéndome creer que son del color del que siempre las he visto, pero, cuando esa luz cambia, todo cambia y las cosas permanecen tan desconocidas y misteriosas como antes de haberlas visto. ¿Será así todo en el universo?, ¿será que lo que pasa con los colores de las cosas, también pasa con los olores, y también pasa con las sensaciones que se perciben al tocarlas? ¿Será que nuestros sentidos nos engañan todo el tiempo y las cosas no son como parecen ser? Y, entonces, en sus meditaciones, el príncipe cayó en sueños y, en su sueño, él veía que una extraña criatura se paraba frente a él y le decía: “Vas a ser pequeño, muy pequeño, tu tamaño se reducirá infinitamente y, entonces, empezarás a conocer las cosas” y veía cómo el extraño ser alzaba su mano y él empezaba a reducir su tamaño, sentía que su cuerpo se encogía y se encogía de una manera increíblemente rápida y, de pronto, las cosas que antes percibía como pequeñas resultaban gigantescas ante sus ojos y su tamaño siguió encogiéndose y encogiéndose y vio que las cosas estaban formadas por pequeñas partículas, siempre girando o siempre vibrando; las formas que antes percibía desaparecieron y ante sus ojos se abrió un mundo maravilloso de planetas en movimiento. Internamente, él sabía que esas partículas formaban el cuerpo de las cosas que él antes podía ver y tocar, pero, ahora, era tan pequeño, que era capaz de percibir a esas partículas, y su tamaño se seguía reduciendo, y las partículas que antes veía vibrar y moverse ahora resultaban tan grandes, que parecían soles y planetas. De pronto se vio parado en uno de ellos, era inmenso como un planeta y veía lunas girar en todas direcciones. Empezó a observar que ese planeta no estaba deshabitado, que había seres parecidos a él y que, en cierta forma, todo le resultaba familiar y él pensó: Podría haber estado aquí y pensar que era mi planeta, sin embargo, sé que éste es uno de los pequeños corpúsculos que forman las cosas que en mi mundo normal son pequeñas; si no recordara que me he hecho pequeño, podría pensar que es mi mundo. En ese momento, el proceso de empequeñecimiento se detuvo y empezó a hacerse grande y más grande y más grande nuevamente; el mundo se encogió, las partículas se hicieron cada vez más pequeñas y de pronto vio al ser que lo había hecho pequeño, siguió creciendo hasta tomar su tamaño normal y el extraño ser le dijo:


“Medita ahora en lo que has visto y piensa cómo transcurre el tiempo para esos seres”


Despertó de su sueño, muy extrañado, y el príncipe se vio en el espejo y vio su cara muy madura, parecía haber envejecido y un chispazo se abrió ante su mente. Es probable que este mundo, esta nave, este espacio por el que voy viajando, en realidad, sea tan sólo una parte de un mundo infinitamente mayor, ¿Cómo saber ahora cuál es mi verdadero mundo, si éste en el que me muevo, el otro en el que acabo de soñar o uno infinitamente grande en donde normalmente vivo y que por algún extraño fenómeno me he encogido hasta vivir en éste? ¿Cuál es la verdad? He aprendido que las cosas tal vez no sean del color que siempre las he visto y ahora entiendo que las cosas tal vez no tengan el tamaño que yo siempre había creído que tenían. Su confusión fue creciendo y creciendo, su mente parecía darle vueltas, se sentía profundamente turbado, detuvo la marcha de su nave y dejó que ésta vagara solitaria en el espacio, tomó una posición de meditación y empezó a llamar a su Padre. 


Si las cosas no son como parecen ser, si el universo no es como yo creía que era, entonces, ¿Quién soy yo? Esos corpúsculos que vi en mi sueño seguramente también pueden estar dentro de mí, tal vez yo soy un conglomerado de corpúsculos en donde habitan otros seres, soy inmensamente grande e importante para ellos y, sin embargo, tal vez yo también sea tan sólo una parte de otro ser infinitamente mayor. ¿Quién soy? ¿Quién eres tú, Padre?, atiende mi llamado, mi mente se encuentra confundida; esta nave, los seres a los que he conocido, las experiencias por las que he pasado, son reales o ¿han sido tan solo producto de mi imaginación?, ¿Qué significa todo esto?


 Pero, su Padre, no respondió. Extendió su mano el príncipe y clavó su mirada en ella, preguntándose si dentro de su mano no vivirían humanidades enteras. ¿Hasta dónde llegaría esa interminable cadena de creaciones más pequeñas y, ¿hasta dónde llegaría el tamaño del universo, si se pudiera ver con los ojos de un ser gigantesco? ¿Dónde estoy?, ¿Quién soy? Sintió que sus ojos se empezaban a nublar de lágrimas, sintió una profunda tristeza, se sintió solo en medio del universo, sintió la importancia que para esos corpúsculos que formaban su cuerpo, para esas humanidades que vivían dentro de él, tenían sus decisiones. Por primera vez sintió, que, tal vez, su inmadurez, su falta de preparación, había afectado la vida de todos esos pequeños seres; sintió una profunda compasión por ellos, pues él no sabía cómo ser Dios para ellos, él no sabía dirigir sus vidas, pues ni él mismo había podido encontrar los 10 principios del universo. Un profundo amor surgió dentro de él hacia su cuerpo, hacia todo ese universo que él mismo llevaba dentro. Una gran energía de amor hacia él mismo y lo que representaba para esas criaturas que vivían dentro de él, surgió de su corazón y empezó a bañar cada rincón de su cuerpo y, entonces, una voz en su interior resonó solemnemente:


“Hijo mío, has encontrado el siguiente principio, tú eres un Dios para ellos, lo que tú decides afecta inevitablemente a tus criaturas. Cada célula de tu cuerpo y cada átomo que forman esas células son criaturas tuyas por las que tendrás qué velar y cuidarlas porque ellas dependen enteramente de ti. Recuerda las luces que viste, recuerda el sueño que tuviste y recuerda que, más allá de esos cuatro principios que aprendiste en tu experiencia anterior, se encuentra un quinto; más allá de lo sólido, más allá de lo líquido, más allá de lo gaseoso, más allá de lo ígneo, está la esencia de las cosas y esa esencia es la misma para todos; esos corpúsculos que hoy viste forman lo sólido, lo líquido, lo gaseoso y lo ígneo, son las criaturas básicas que forman a todo el universo, recuérdalo siempre, recuerda que estás transportando a un universo dentro de ti, entiéndelo y sé consciente de ello, porque hoy, la luz se ha hecho en ti”.


Y la nave del príncipe reinició su marcha, sin ningún rumbo fijo, sin ninguna prisa


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Libro FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERIOR – KWAN YIN