FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERIOR por KWAN YIN





Libro FLORECIMIENTO DEL NIÑO INTERIOR – KWAN YIN


SEXTA LECCIÓN







Después de la experiencia que había pasado en aquel mundo extraño y el enfrentamiento que tuvo con el ser de la piedra, el joven príncipe sentía deseos de estar solo, sentía que había muchas lecciones que aún no podía asimilar; sus pensamientos iban y venían tratando de recordar cada instante, cada palabra, cada imagen, de lo que había experimentado. Recordaba la extraña sensación que tuvo cuando vio que podía respirar bajo el agua. Recordó, igualmente, cuando lo sacaron del agua y sintió que se ahogaba y cómo aquel ser lo lanzó al espacio y empezó a volar y volvió a experimentar la dicha inefable de sentirse libre y remontarse por los espacios. Recordó su encuentro con la tormenta y cómo ésta lo precipitó hacia el fondo de un remolino. Trataba de recordar, paso a paso, la conversación que tuvo con aquel ser extraño de la piedra. Yo soy Dios, le había dicho, y no me interesa si tú te alejas o te acercas; si encuentras los 10 principios o si no los encuentras, siempre estarás dentro de mí, siempre serás parte de mí. 

Mientras su mente recordaba las imágenes que había visto, una voz resonó en su interior: “Hijo mío, hasta ahora has caminado por el mundo de los sentidos; el universo que nosotros habitamos está compuesto de dos partes, una de ellas la puedes ver, tocar, sentir, la otra, mora en tu interior. Los principios que hasta ahora has descubierto son aquellos que el universo ha reservado para el mundo de los sentidos; los otros principios no podrás encontrarlos a través de los sentidos, tendrás qué buscar dentro de ti, tendrás que aprender a descubrir ese mundo interior desde donde yo te estoy hablando. Ten presente mis palabras porque tu camino empezará a llevarte por terrenos aún más sorprendentes”.

Las palabras callaron, el silencio se hizo en la mente del joven príncipe mientras él trataba de seguir escuchando más, dado que lo que le habían dicho carecía de significado, todavía, para él. Su viaje siguió sin saber a dónde ir, sin tener algún punto fijo, sin tener prisa, sin estar perdido. De pronto, en su mente, aparecieron nuevamente las palabras que aquel ser le dijera: “No voy a ningún lado, ¿acaso tengo que tener un destino para viajar?”. Recordó que esas palabras le intrigaron y que ahora, ante lo que había escuchado internamente, tomaban un nuevo significado. Si los otros cinco principios se encontraban dentro de él, ¿Qué importaba hacia dónde enfilara su nave?, ¿Qué importaba si viajaba en una dirección o en otra, si iba hacia delante o hacia atrás?, su camino ahora empezaba a ser interior. El príncipe se dijo a sí mismo: Si lo que falta encontrar está dentro de mí, pues, entonces, buscaré en cada rincón de mi cuerpo, en cada rincón de mi mente, hasta encontrarlos, porque una nueva esperanza se ha despertado en mí; siento que he avanzado en el camino y siento que de aquí en adelante el resto deberá ser más sencillo. 

Una luz iluminó su nave. Buscando, el príncipe, encontró que su recorrido lo había llevado hasta entrar en contacto con uno de los grandes anillos que rodeaban a un inmenso planeta. La nave se había iluminado con un color ligeramente naranja; encontró entonces, que todas las cosas que veía habían tomado el color naranja, su nave parecía extraña, él mismo se percibía extraño, todo era de color naranja. Poco a poco, el color fue cambiando al seguir la nave su recorrido y una luz azulada iluminó todo el interior de su nave; ahora todo se volvía azul, un azul tenue, pero de agradable aspecto a sus ojos. Más adelante todo se tornó verde y, así, fueron transcurriendo color tras color y la mente del príncipe se despertó diciendo: Yo sé que estos colores que hoy percibo en mi nave no son los reales, yo sé que estos colores están siendo influidos por la luz que proviene del exterior; ahora, debo preguntarme: ¿Cuál será el color real de las cosas que siempre he visto, éste que hoy estoy viendo a través de los anillos de este planeta, o el que siempre he visto y que es probable que también se encuentre influenciado por la luz que percibimos?. ¿Cuál es la verdad?, ¿Cuál es la verdad de todas las cosas? 

Y su nave atravesó los anillos y siguió viajando por el espacio, pero, en la mente del príncipe, había una pregunta sin respuesta. Las cosas tal vez no sean como yo las he visto siempre, tal vez una luz de un especial color haya iluminado siempre las cosas haciéndome creer que son del color del que siempre las he visto, pero, cuando esa luz cambia, todo cambia y las cosas permanecen tan desconocidas y misteriosas como antes de haberlas visto. ¿Será así todo en el universo?, ¿será que lo que pasa con los colores de las cosas, también pasa con los olores, y también pasa con las sensaciones que se perciben al tocarlas? ¿Será que nuestros sentidos nos engañan todo el tiempo y las cosas no son como parecen ser? Y, entonces, en sus meditaciones, el príncipe cayó en sueños y, en su sueño, él veía que una extraña criatura se paraba frente a él y le decía: “Vas a ser pequeño, muy pequeño, tu tamaño se reducirá infinitamente y, entonces, empezarás a conocer las cosas” y veía cómo el extraño ser alzaba su mano y él empezaba a reducir su tamaño, sentía que su cuerpo se encogía y se encogía de una manera increíblemente rápida y, de pronto, las cosas que antes percibía como pequeñas resultaban gigantescas ante sus ojos y su tamaño siguió encogiéndose y encogiéndose y vio que las cosas estaban formadas por pequeñas partículas, siempre girando o siempre vibrando; las formas que antes percibía desaparecieron y ante sus ojos se abrió un mundo maravilloso de planetas en movimiento. Internamente, él sabía que esas partículas formaban el cuerpo de las cosas que él antes podía ver y tocar, pero, ahora, era tan pequeño, que era capaz de percibir a esas partículas, y su tamaño se seguía reduciendo, y las partículas que antes veía vibrar y moverse ahora resultaban tan grandes, que parecían soles y planetas. De pronto se vio parado en uno de ellos, era inmenso como un planeta y veía lunas girar en todas direcciones. Empezó a observar que ese planeta no estaba deshabitado, que había seres parecidos a él y que, en cierta forma, todo le resultaba familiar y él pensó: Podría haber estado aquí y pensar que era mi planeta, sin embargo, sé que éste es uno de los pequeños corpúsculos que forman las cosas que en mi mundo normal son pequeñas; si no recordara que me he hecho pequeño, podría pensar que es mi mundo. En ese momento, el proceso de empequeñecimiento se detuvo y empezó a hacerse grande y más grande y más grande nuevamente; el mundo se encogió, las partículas se hicieron cada vez más pequeñas y de pronto vio al ser que lo había hecho pequeño, siguió creciendo hasta tomar su tamaño normal y el extraño ser le dijo:

“Medita ahora en lo que has visto y piensa cómo transcurre el tiempo para esos seres”

Despertó de su sueño, muy extrañado, y el príncipe se vio en el espejo y vio su cara muy madura, parecía haber envejecido y un chispazo se abrió ante su mente. Es probable que este mundo, esta nave, este espacio por el que voy viajando, en realidad, sea tan sólo una parte de un mundo infinitamente mayor, ¿Cómo saber ahora cuál es mi verdadero mundo, si éste en el que me muevo, el otro en el que acabo de soñar o uno infinitamente grande en donde normalmente vivo y que por algún extraño fenómeno me he encogido hasta vivir en éste? ¿Cuál es la verdad? He aprendido que las cosas tal vez no sean del color que siempre las he visto y ahora entiendo que las cosas tal vez no tengan el tamaño que yo siempre había creído que tenían. Su confusión fue creciendo y creciendo, su mente parecía darle vueltas, se sentía profundamente turbado, detuvo la marcha de su nave y dejó que ésta vagara solitaria en el espacio, tomó una posición de meditación y empezó a llamar a su Padre. 

Si las cosas no son como parecen ser, si el universo no es como yo creía que era, entonces, ¿Quién soy yo? Esos corpúsculos que vi en mi sueño seguramente también pueden estar dentro de mí, tal vez yo soy un conglomerado de corpúsculos en donde habitan otros seres, soy inmensamente grande e importante para ellos y, sin embargo, tal vez yo también sea tan sólo una parte de otro ser infinitamente mayor. ¿Quién soy? ¿Quién eres tú, Padre?, atiende mi llamado, mi mente se encuentra confundida; esta nave, los seres a los que he conocido, las experiencias por las que he pasado, son reales o ¿han sido tan solo producto de mi imaginación?, ¿Qué significa todo esto?

 Pero, su Padre, no respondió. Extendió su mano el príncipe y clavó su mirada en ella, preguntándose si dentro de su mano no vivirían humanidades enteras. ¿Hasta dónde llegaría esa interminable cadena de creaciones más pequeñas y, ¿hasta dónde llegaría el tamaño del universo, si se pudiera ver con los ojos de un ser gigantesco? ¿Dónde estoy?, ¿Quién soy? Sintió que sus ojos se empezaban a nublar de lágrimas, sintió una profunda tristeza, se sintió solo en medio del universo, sintió la importancia que para esos corpúsculos que formaban su cuerpo, para esas humanidades que vivían dentro de él, tenían sus decisiones. Por primera vez sintió, que, tal vez, su inmadurez, su falta de preparación, había afectado la vida de todos esos pequeños seres; sintió una profunda compasión por ellos, pues él no sabía cómo ser Dios para ellos, él no sabía dirigir sus vidas, pues ni él mismo había podido encontrar los 10 principios del universo. Un profundo amor surgió dentro de él hacia su cuerpo, hacia todo ese universo que él mismo llevaba dentro. Una gran energía de amor hacia él mismo y lo que representaba para esas criaturas que vivían dentro de él, surgió de su corazón y empezó a bañar cada rincón de su cuerpo y, entonces, una voz en su interior resonó solemnemente:

“Hijo mío, has encontrado el siguiente principio, tú eres un Dios para ellos, lo que tú decides afecta inevitablemente a tus criaturas. Cada célula de tu cuerpo y cada átomo que forman esas células son criaturas tuyas por las que tendrás qué velar y cuidarlas porque ellas dependen enteramente de ti. Recuerda las luces que viste, recuerda el sueño que tuviste y recuerda que, más allá de esos cuatro principios que aprendiste en tu experiencia anterior, se encuentra un quinto; más allá de lo sólido, más allá de lo líquido, más allá de lo gaseoso, más allá de lo ígneo, está la esencia de las cosas y esa esencia es la misma para todos; esos corpúsculos que hoy viste forman lo sólido, lo líquido, lo gaseoso y lo ígneo, son las criaturas básicas que forman a todo el universo, recuérdalo siempre, recuerda que estás transportando a un universo dentro de ti, entiéndelo y sé consciente de ello, porque hoy, la luz se ha hecho en ti”.


Y la nave del príncipe reinició su marcha, sin ningún rumbo fijo, sin ninguna prisa


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