UNA CHARLA SOBRE LA MENTE - Cap. 3

 












El ser humano sólo dispone de una mente, pero cuenta con muchas facultades mentales, y cada una de ellas es capaz de funcionar en dos direcciones distintas de esfuerzo mental. No existen claras líneas de separación que dividan las diversas funciones de una facultad, pero se solapan entre sí como los colores del espectro.

Una fuerza activa de cualquier facultad de la mente es el resultado de un impulso directo transmitido en el momento del esfuerzo. Un esfuerzo pasivo de cualquier facultad de la mente es el resultado de un esfuerzo activo procedente de la misma mente, de un esfuerzo activo de otra mente siguiendo una sugestión, de las vibraciones de pensamiento de la mente de otra persona o de impulsos de pensamiento de un antepasado, transmitidos por las leyes de la herencia (incluyendo impulsos transmitidos de generación en generación desde los tiempos del impulso vibratorio original transmitido por la Causa Primera, cuyos impulsos se despliegan y desarrollan cuando se alcanza el estado adecuado de desarrollo evolutivo).

El esfuerzo activo es un recién nacido—fresco, recién llegado—mientras que el esfuerzo pasivo es de creación menos reciente, y de hecho suele ser resultado de los impulsos vibratorios transmitidos en eras pasadas. El esfuerzo activo se abre camino, apartando las ramas que le impiden el paso y las piedras que se alzan en su trayecto.

El esfuerzo pasivo discurre a través de los senderos trillados.

Un impulso de pensamiento, o impulso de movimiento, causado en principio por un esfuerzo o facultad activo, puede tornarse, mediante repetición, o hábito, en algo estrictamente automático, tomando impulso a partir del ímpetu que desarrolla un esfuerzo activo repetido, que lo impulsa hacia delante, en términos pasivos, hasta que se ve detenido por otro esfuerzo activo o bien cambia de dirección por la misma causa.

Por otra parte, los impulsos de pensamiento, o impulsos de movimiento, que discurren en términos pasivos pueden ser finiquitados o corregidos por un esfuerzo activo. La función activa crea, cambia o destruye. La función pasiva continúa la labor iniciada por la función activa y obedece órdenes y sugerencias.

La función activa produce la pauta de pensamiento, o pauta de movimiento, a la que imparte sus vibraciones, que a partir de entonces la impulsan en términos pasivos. La función activa también cuenta con el poder de emitir vibraciones que neutralizan el impulso de la pauta de pensamiento, o pauta de movimiento; también puede lanzar una nueva pauta de pensamiento, o pauta de movimiento, con vibraciones más intensas, que supere y absorba el primer pensamiento, o movimiento, sustituyéndolo por otro nuevo.

Una vez que inician sus misiones, todos los impulsos de pensamiento, o impulsos de movimiento, continúan vibrando en términos pasivos hasta que son corregidos o periclitados por subsecuentes impulsos transmitidos por la función activa u otro poder controlador. La continuidad del impulso original le proporciona ímpetu y fuerza, dificultando su corrección o finalización. Eso explica lo que se denomina «la fuerza del hábito o de la costumbre». Creo que lo comprenderán mejor aquellos que se han esforzado para superar un hábito que adquirieron con facilidad. La Ley puede aplicarse tanto a los buenos como a los malos hábitos. La moraleja inherente resulta obvia.

A veces, varias de las facultades de la mente se combinan para producir una única manifestación. Una tarea, para llevarse a cabo, puede requerir el ejercicio combinado de diversas facultades, algunas de las cuales pudieran manifestarse en el esfuerzo activo y otras mediante el esfuerzo pasivo.

La aparición de nuevas circunstancias—nuevos problemas—requiere el ejercicio del esfuerzo activo, mientras que un problema o tarea familiar puede manejarse con facilidad mediante el esfuerzo pasivo sin la ayuda de su hermano más dinámico.

En la Naturaleza existe una tendencia instintiva en los organismos vivos a realizar ciertas acciones, la tendencia de un cuerpo organizado de buscar lo que satisface sus anhelos. Esta tendencia a veces se denomina apetencia. En realidad se trata de un impulso mental pasivo, que tiene su origen en el ímpetu impartido por la Causa Primera, y transmitido a lo largo del desarrollo evolutivo, acumulando fuerza y energía según avanza. El impulso de la Causa Primera se ve reforzado por la potente atracción ascendente ejercida por EL ABSOLUTO.

Es muy fácil constatar esta tendencia en el reino vegetal, desde las exhibiciones menores en los tipos más inferiores hasta las mayores en los tipos más elevados. Es lo que suele llamarse la «fuerza vital» en las plantas. Sin embargo, es una manifestación de intelección rudimentaria, que funciona de acuerdo con el esfuerzo pasivo. En algunas de las formas más elevadas de vida vegetal aparece una ligera coloración de «acción vital» independiente: una débil indicación de elección de volición. Los autores de trabajos sobre la vida vegetal ya han escrito notables ejemplos sobre este fenómeno. Sin ninguna duda es una exhibición de una rudimentaria intelección activa.

En el reino animal inferior puede hallarse un grado muy elevado de esfuerzo mental pasivo. Y, variando en grado dependiendo de las diversas familias y especies, también resulta aparente una cantidad considerable de intelección activa. No hay duda de que el animal inferior posee razón sólo en menor grado que el ser humano, y, de hecho, la demostración de intelección volitiva exhibida por un animal inteligente suele ser tan elevada como la demostrada por tipos inferiores de seres humanos o por un niño pequeño.

Igual que un niño, antes de nacer, muestra en su cuerpo las etapas de la evolución física del ser humano, también manifiesta, antes y después de nacer—y hasta la madurez—las etapas de la evolución mental del ser humano.

El ser humano, la forma de vida más elevada producida hasta el momento, al menos en este planeta, demuestra contar con la forma más elevada de intelección pasiva, y con un desarrollo mucho más alto de intelección activa que la que puede apreciarse en animales inferiores. Y no obstante, los grados de ese poder varían ampliamente entre las diferentes razas humanas. Los distintos grados de intelección activa resultan evidentes entre los hombres de una misma raza; esos grados no dependen de ninguna manera de la cantidad de «cultura», posición social o ventajas educativas que posea el individuo: la cultura mental y el desarrollo mental son dos cosas muy diferentes.

No hay más que mirar a nuestro alrededor para hacerse consciente de las diferentes etapas del desarrollo de la intelección activa en el ser humano. El razonar de muchos seres humanos es poco más que intelección pasiva, que demuestra escasas cualidades de pensamiento volitivo. Prefieren dejar que otros seres humanos piensen por ellos. La intelección activa los cansa y les resulta mucho más fácil el proceso mental pasivo, que es instintivo y automático. Sus mentes operan siguiendo las pautas de la menor resistencia. Son poco más que borregos humanos.

Entre los animales inferiores y los tipos inferiores de seres humanos la intelección activa se encuentra sobre todo confinada a las facultades más groseras, al plano más material; en ellos las facultades mentales más elevadas funcionan siguiendo las pautas instintivas y automáticas de la función pasiva.

Con el progreso de las formas de vida inferiores en la escala evolutiva, éstas desarrollaron nuevas facultades que se hallaban en ellas en estado latente. Dichas facultades siempre se manifestaron en forma de rudimentario funcionamiento pasivo, para a continuación desarrollar formas pasivas más elevadas, hasta que entraron en acción las funciones activas. El proceso evolutivo continúa, con una tendencia invariable hacia el desarrollo de una elevada intelección activa. Este progreso evolutivo está provocado por el impulso vibratorio impartido por la Causa Primera, ayudado por la atracción ascendente del ABSOLUTO.

La Ley de la Evolución sigue su desarrollo, y el ser humano empieza a desarrollar nuevas potencias de la mente que, claro está, primero se manifiestan en el campo del esfuerzo pasivo. Algunas personas han desarrollado esas nuevas facultades hasta un grado considerable, y es posible que no pase mucho tiempo antes de que el ser humano sea capaz de ejercitarlas siguiendo los principios de sus funciones activas. De hecho, este poder ya ha sido realizado por unos cuantos. Ése es el secreto de los ocultistas orientales y de algunos de sus hermanos occidentales.

La docilidad de la mente frente a la voluntad puede aumentar mediante una práctica adecuadamente dirigida. Eso que denominamos el «reforzamiento de la voluntad» es en realidad formar a la mente para que reconozca y absorba el poder interior. La voluntad es lo bastante fuerte, no necesita ser reforzada, pero la mente debe formarse para recibir y actuar según las sugerencias de la voluntad. La voluntad es la manifestación externa del YO SOY. El flujo de la voluntad discurre con toda su potencia por el cableado espiritual; pero debes aprender cómo levantar el trole para tocar dicho cableado antes de que el trolebús mental pueda ponerse en funcionamiento. Se trata de una idea distinta de la que generalmente se recibe de escritores que hablan de la «fuerza de voluntad», pero es correcta, como podrás demostrarte a ti mismo si realizas los experimentos adecuados de la manera apropiada.

La atracción del ABSOLUTO impulsa al ser humano hacia arriba, y la fuerza vibratoria del Impulso Primario todavía no se ha agotado. Ha llegado la hora del desarrollo evolutivo en la que el ser humano puede ayudarse a sí mismo. El que comprende la Ley puede realizar maravillas gracias al desarrollo de las potencias de la mente, mientras que el que da la espalda a la verdad sufrirá a causa de su falta de conocimiento de la Ley.

Quien comprende las leyes de su ser mental desarrolla sus potencias latentes y las utiliza con inteligencia. Quien no desprecia sus funciones mentales pasivas, sino que también las emplea, las carga con las tareas para las que están mejor adaptadas, y puede obtener resultados maravillosos de su trabajo, siempre que las haya dominado y formado para lanzarse hacia el Ser Superior. Cuando fracasan a la hora de realizar su tarea de manera adecuada, ese ser humano las regula y su conocimiento le impide interferir en ellas tontamente, evitando todo perjuicio. Desarrolla las facultades y potencias latentes en su interior y aprende cómo manifestarlas según la intelección tanto activa como pasiva. Sabe que el ser humano auténtico en su interior es el señor del que tanto las funciones activas como pasivas no son sino herramientas. Ha desterrado de sí el miedo, y disfruta de libertad. Se ha encontrado a sí mismo. HA REALIZADO EL SECRETO DEL YO SOY.



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