El Universo está gobernado por una ley, una ley muy importante. Sus manifestaciones son multiformes, pero consideradas desde un punto de vista fundamental, es claro que no existe más que una ley. Conocemos algunas de sus manifestaciones, pero lo ignoramos todo acerca de otras. No obstante, cada día aprendemos un poco más acerca de ellas, el velo se va descorriendo gradualmente.
Hablamos intelectualmente de la Ley de la Gravitación, pero desconocemos que también ésta es una maravillosa manifestación de LA LEY DE LA ATRACCIÓN. Estamos familiarizados con esa maravillosa manifestación de la ley que atrae y mantiene unidos los átomos de los que se compone la materia; reconocemos el poder de la ley que atrae los cuerpos a la tierra, que mantiene los planetas en su sitio, pero cerramos los ojos a la potente ley que atrae hacia nosotros aquello que deseamos o tememos, aquello que crea o que arruina nuestras vidas.
Cuando nos percatamos de que el Pensamiento es una fuerza—una manifestación de energía—que cuenta con el poder magnético de atracción, empezamos a comprender el por qué de muchas cosas que hasta entonces desconocíamos. No hay estudio que compense más al estudiante por el tiempo invertido que el estudio del funcionamiento de esta poderosa Ley del Mundo del Pensamiento: la Ley de la Atracción.
Cuando pensamos transmitimos unas vibraciones de una sustancia fina y etérea que son tan reales como las vibraciones que manifiestan luz, calor, electricidad y magnetismo. Que esas vibraciones no resulten evidentes para nuestros cinco sentidos no significa que no existan. Un potente imán enviará vibraciones y ejercerá una fuerza suficiente para atraer hacia sí mismo un pedazo de acero que pese cien kilos, pero no podemos ver, gustar, oler, escuchar ni sentir esa fuerza. De igual manera, las vibraciones del pensamiento tampoco pueden verse, gustarse, olerse, escucharse ni sentirse de manera ordinaria.
Aunque bien es cierto que existen casos documentados de personas especialmente sensibles a las impresiones psíquicas, que han percibido potentes ondas de pensamiento, y muchos de nosotros podemos testimoniar que hemos sentido con claridad las vibraciones del pensamiento de otras personas, tanto en presencia del emisor como a distancia. La telepatía y sus fenómenos asociados no son ninguna tontería.
La luz y el calor se manifiestan a través de vibraciones de una intensidad mucho menor que las del pensamiento, pero la diferencia estriba únicamente en la tasa vibratoria. Los anales de la ciencia aportan cierta luz sobre esta cuestión. Elisha Gray dice en su libro The Miracles of Nature:
Se especula mucho acerca de la existencia de ondas sonoras que el oído humano no puede captar, y de ondas de luz de color que el ojo no puede percibir. El enorme, oscuro y mudo espacio existente entre 40 000 y 400 000 000 000 000 vibraciones por segundo, y la infinitud más allá de las 700 000 000 000 000 vibraciones por segundo, donde cesa la luz, en el universo del movimiento, permite abandonarse a todo tipo de especulaciones.
No existe gradación entre las ondulaciones o temblores más rápidos producidos por nuestra sensación del sonido, y las más lentas de ellas, que dan paso a nuestras sensaciones de la más delicada calidez. Existe una enorme laguna entre ellas, lo suficientemente grande como para incluir otro mundo de movimiento, ocupando un espacio entre nuestro mundo de sonido y nuestro mundo de calor y luz; y no existe ninguna razón lo suficientemente buena como para suponer que la materia sea incapaz de una actividad intermedia de ese tipo, para imaginar que dicha actividad no pudiera dar paso a sensaciones de otro tipo, siempre que existan órganos que recojan y sientan sus movimientos.
Cito a esas autoridades sólo para ofrecer ideas sobre las que reflexionar, y no con la intención de demostrar la existencia de las vibraciones del pensamiento. Este último hecho ha sido totalmente demostrado para satisfacción de numerosos investigadores de ese campo, y una pequeña reflexión te demostrará que coincide con tus propias experiencias.
A menudo oímos la conocida declaración de la ciencia mental acerca de que los «pensamientos son cosas», y pronunciamos esas palabras sin comprender conscientemente qué significan en realidad. Si comprendiésemos por completo la verdad de esa afirmación y las consecuencias naturales de la verdad que la sostienen, podríamos entender muchas cosas que hasta el momento nos resultan oscuras, y utilizar la maravillosa energía de la fuerza del pensamiento, igual que empleamos cualquier otra manifestación energética.
Como ya he dicho, cuando pensamos ponemos en marcha vibraciones de movimiento de un nivel muy elevado, igual de reales que las vibraciones de luz, calor, sonido y electricidad. Y cuando comprendamos las leyes que gobiernan la producción y transmisión de estas vibraciones, podremos utilizarlas en nuestra vida cotidiana, igual que hacemos con otras formas de energía más conocidas.
Que no podamos ver, escuchar, pesar o medir esas vibraciones no demuestra que no existan. Hay ondas de sonido que ningún oído humano puede escuchar, aunque algunas de ellas sin duda son registradas por el oído de algunos insectos, y otras son captadas por instrumentos muy sensibles inventados por el ser humano; no obstante, existe una enorme brecha entre los sonidos registrados por los instrumentos más sensibles y el límite que la mente humana, razonando por analogía, considera como la línea de separación entre las ondas sonoras y otras formas de vibraciones. Existen ondas lumínicas que el ojo del ser humano no registra, algunas de las cuales pueden ser recogidas por los instrumentos más sensibles, y otras mucho más sutiles que todavía no pueden detectarse por falta de los instrumentos adecuados, aunque cada año se realizan avances y el terreno inexplorado va disminuyendo de manera gradual.
La invención de nuevos instrumentos hace que aparezcan vibraciones hasta el momento desconocidas; no obstante, esas vibraciones eran tan reales antes de la invención del instrumento como después. Supongamos que carecemos de instrumentos para registrar el magnetismo: uno podría sentirse justificado para negar la existencia de esa potente energía, ya que no podría probarse, sentirse, olerse, escucharse, verse, pesarse o medirse. Sin embargo, el imán sigue enviando ondas de una fuerza suficiente como para atraer hacia sí pedazos de metal que pesan cientos de kilos.
Cada forma de vibración requiere su propio tipo de instrumento que la registre. Actualmente, el cerebro humano parece ser el único instrumento capaz de registrar ondas de pensamiento, aunque los ocultistas creen que los científicos pronto inventarán aparatos lo suficientemente sensibles como para recoger y registrar ese tipo de impresiones. Y por las informaciones de que disponemos en el momento presente, da la impresión de que ese invento aparecerá en breve. Pero quienes han experimentado en el campo de la telepatía práctica no requieren más demostraciones que los resultados de sus propios experimentos.
Enviamos pensamientos de mayor o menor intensidad continuamente, cosechando sus resultados. Nuestras ondas de pensamiento no sólo nos influyen a nosotros y a los demás, sino que tienen un poder de atracción: atraen hacia nosotros pensamientos ajenos, cosas, circunstancias, personas y «suerte», de acuerdo con el carácter del pensamiento dominante en nuestras mentes. Los de amor atraerán hacia nosotros el amor de los demás, las circunstancias y el entorno de acuerdo con el pensamiento, así como personas de pensamiento parecido. Los de cólera, odio, envidia, malicia y celos atraerán hacia nosotros el aliento fétido de pensamientos parecidos que emanen de las mentes de otras personas, circunstancias en las que nos veremos obligados a manifestar esos pensamientos viles y a recibirlos también de parte de otros, individuos que manifestarán falta de armonía, y demás.
Un pensamiento intenso o largamente mantenido nos convertirá en el centro de atracción de las ondas de pensamiento correspondientes de otras personas. En el mundo del pensamiento, los análogos se atraen, y recogemos aquello que sembramos. En el mundo del pensamiento vuelan juntos los pájaros de plumaje parecido: las maldiciones vuelven a posarse en casa, como las aves, y lo hacen acompañadas de amigos que se les parecen.
El ser humano lleno de amor percibe amor por todas partes y atrae el amor de los demás. El ser humano que alberga odio en su corazón recibe todo el odio que puede soportar. El ser humano que piensa en luchar suele luchar contra todo lo que puede hasta que lo supera. Y así con todo el mundo: cada uno recibe lo que pide a través de la telegrafía sin cables de la mente. Quien se despierta por la mañana sintiéndose de mal humor suele conseguir que toda la familia se ponga del mismo humor antes de acabar de desayunar. La mujer fastidiosa suele enfrentarse a lo largo del día con todo aquello que pueda alimentar su propensión fastidiosa.
Esta cuestión de la Atracción del Pensamiento es un asunto serio. Cuando se piensa bastante en ello, uno se da cuenta de que una persona crea sus propias circunstancias, aunque culpe de ello a otras. He conocido a gente que ha comprendido esta ley y que mantiene un pensamiento tranquilo y positivo, y no se ve afectada de ninguna manera por la falta de armonía que pudiera rodearla. Estas personas son como el recipiente del que se vierte aceite en aguas turbulentas: permanecen serenos y tranquilos mientras la tormenta brama a su alrededor. Cuando ha comprendido el funcionamiento de la Ley, uno no se halla a merced de las caprichosas tormentas del pensamiento.
Hemos pasado por la era de la fuerza física para ir a parar a la de la supremacía intelectual, y ahora estamos entrando en un campo casi desconocido: el de la energía psíquica. Este campo cuenta con sus propias leyes y debemos familiarizarnos con ellas o bien éstas nos superarán, como les ocurre a quienes ignoran los planos de esfuerzo. Intentaré aclararte los importantes principios que subyacen a este nuevo campo de energía que se abre ante nosotros, para que puedas utilizar esta gran energía y aplicarla con propósitos legítimos y dignos, igual que el ser humano utiliza hoy en día el vapor, la electricidad y otras formas de energía.
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