Jorge Manrique: Coplas por la muerte de su padre.












I


Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Recuerde: Recobre la conciencia al despertar. Que despierten las almas que viven soñando y no son conscientes de la realidad.

Cómo el recordar el placer (pasado) da dolor.


II


Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.

Y puesto que vemos cómo lo presente es ido y acabado en un punto (en nada de tiempo), si juzgamos sabiamente, consideraremos a lo que ha de venir como si ya hubiera pasado.


III


Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Los ríos caudalosos.
Al llegar al mar (a la muerte) son iguales los que se ganan la vida con el trabajo de sus manos y los ricos.


IV


Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
A Aquel sólo me encomiendo,
Aquel sólo invoco yo
de verdad,
que, en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.


No voy a acordarme aquí de los poetas y oradores paganos, no me preocupo de sus ficciones, pues el sabor de su arte procede de hierbas secretas (venenos).

Sólo me encomiendo a Jesucristo, que mientras vivió en el mundo, el mundo no se dio cuenta de que era Dios.


V


Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.



VI


Este mundo bueno fue
si bien usásemos del,
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos.
Y aun aquel Hijo de Dios,
para subirnos al cielo,
descendió
a nacer acá entre nos
y a vivir en este suelo
do murió.

Este mundo fue[ra] bueno si lo usásemos bien, como debemos, es decir, si lo usáramos para probar nuestra virtud y ganarnos así el cielo, para ganar el mundo que esperamos.


VII


Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor
aun primero que muramos
las perdemos.
De ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

El tiempo y los desastres las deshacen, y desfallecen cuando se encuentran en los más altos estados de calidad.


VIII


Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Pararse es volverse, convertirse. ¿Cuál se para? es ¿Cómo acaba siendo?


IX


Pues la sangre de los godos,
el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
Otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
Se sume: se hunde.

Unos de aquellos por los que corre la noble sangre goda, debido a su debilidad, son considerados bajos y abatidos (caídos en desgracia). Otros, por su pobreza, han de mantenerse con oficios impropios de su nobleza.


X


Los estados y riqueza,
que nos dejen a deshora
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna,
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni ser estable ni queda
en una cosa.

¿Quién duda que los estados y la riqueza nos dejan a deshora?
Los estados y la riqueza son bienes de la Fortuna, deidad inconstante que hace girar su rueda, haciendo que suban los que están bajo y bajen los que están arriba. La Fortuna no puede ser una misma (constante) en una misma cosa.


XI


Pero digo que, acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño,
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa,
como sueño,
y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

Pero digo que [aunque] los bienes de Fortuna lleguen hasta la tumba con su dueño, por eso no han de engañarnos, pues, aun así, lo cierto es que la vida se va deprisa, como un sueño, y los deleites de acá en los que nos deleitamos, son temporales, mientras que los tormentos que nos esperan en el infierno (si nos complacemos en los bienes de Fortuna en detrimento de los bienes espirituales) son eternos.


XII


Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desde que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Trabajada: trabajosa.

Corredores: exploradores, centinelas, que no descubren la emboscada: corremos precipitadamente y cuando vemos el engaño ya no hay espacio para dar la vuelta.


XIII


Si fuese en nuestro poder
tornar la cara hermosa
corporal,
como podemos hacer
el alma tan gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos cada hora,
y tan presta
en componer la cautiva,
dejándonos la señora
descompuesta!

Si pudiéramos embellecer nuestra cara como podemos, si queremos, hacer gloriosa el alma, nos pasaríamos el tiempo adornando la cautiva (la cara) dejando a la señora (el alma) sin arreglar.


XIV


Estos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Así que no hay cosa fuerte,
que a Papas y Emperadores
y Prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Las buenas venturas de estos reyes poderosos fueron trastornadas con casos tristes.


XV


Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos,
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus historias;
no curemos de saber
lo de aquel siglo pasado,
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.



XVI


¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿Qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trujeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras,
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
de las eras?

Juan II de Castilla



XVII


¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Ropas chapadas: adornadas.


XVIII


Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró,
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!

Enrique IV de Castilla.

Halaguero: halagüeño.


XIX


Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas,
los enriques y reales
del tesoro,
los jaeces y caballos
de su gente, y atavíos
tan sobrados,
¿Dónde iremos a buscallos?
¿Qué fueron sino rocíos
de los prados?

Fabridas: pulidas.


XX


Pues su hermano, el inocente
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
que le siguió!
Mas como fuese mortal,
metiólo la muerte luego
en su fragua,
¡oh juicio divinal!
Cuando más ardía el fuego,
echaste agua.

Alfonso, proclamado Alfonso XII en vida de Enrique IV


XXI


Pues aquel gran Condestable
Maestre que conocimos,
tan privado,
no cumple que dél se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿que fueron sino pesares
al dejar?

Álvaro de Luna

Privado: que disfruta de privanza o favor de un poderoso (en este caso de Juan II).


XXII


Pues los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿Qué fue sino claridad,
que cuando más encendida
fue matada?

Juan Pacheco, maestre de Santiago, y Pedro Girón, maestre de Calatrava.

Matar la luz es apagarla.


XXIII


Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones,
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
Y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y deshaces.

Aterrar: tirar a tierra.


XXIV


Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes,
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
cuando tú vienes airada
todo lo pasas de claro
con tu flecha.

Impugnables: inexpugnables.

Cava chapada: foso defendido, guarnecido.

Reparo: precaución.


XXV


Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el Maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
y tan valiente,
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros,
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
Ni los quiero exagerar, pues todo el mundo sabe cómo fueron.


XXVI


¡Qué amigo de sus amigos!,
¡qué señor para criados
y parientes!,
¡qué enemigo de enemigos!,
¡qué maestre de esforzados
y valientes!,
¡qué seso para discretos!,
¡qué gracia para donosos!,
¡qué razón!,
¡cuán benigno a los sujetos!,
y a los bravos y dañosos,
¡qué león!



XXVII


En ventura Octaviano,
Julio César en vencer
y batallar,
En la virtud, Africano,
Aníbal en el saber
y trabajar,
En la bondad un Trajano,
Tito en liberalidad
con alegría,
En su brazo, Aureliano
Marco Atilio en la verdad
que prometía.



XXVIII


Antonio Pío en clemencia,
Marco Aurelio en igualdad
del semblante,
Adriano en la elocuencia,
Teodosio en humanidad
y buen talante,
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra,
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.


XXIX


No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas,
ni vajillas,
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas.
Y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.



XXX


Pues por su honra y estado
en otros tiempos pasados
¿Cómo se hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos,
que le dieron aun más tierra
que tenía.

¿Cómo se hubo?: ¿En qué situación se vio?


XXXI


Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran caballería
de la Espada.


XXXII


Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló,
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal,
y en Castilla quien siguió
su partido.

El rey natural era primero Alfonso XII y ahora Fernando el Católico. El servicio que Rodrigo Manrique le prestó lo puede atestiguar Alfonso V de Portugal, que fue derrotado por los castellanos.


XXXIII


Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta

Poner la vida al tablero: arriesgarse, jugársela.

El rey verdadero es, de nuevo, Fernando el Católico.


XXXIV


diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
por sufrir esta afrenta
que os llama.



XXXV


No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dejáis.
Aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal,
ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor
que la vida terrenal,
perecedera.



XXXVI


El vivir que es perdurable,
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable,
en que moran los pecados
infernales,
mas los buenos religiosos,
ganánlo con oraciones
y con lloros,
los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros.



XXXVII


Y pues vos, claro varón,
tanta sangre derramasteis
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganasteis
por las manos.
Y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera,
ganaréis.»



XXXVIII


«No tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo.
Y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura.»

Ahora don Rodrigo responde a la Muerte.


XXXIX


Tú que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona.



XL


Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
Y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.


Murió conservando todo su entendimiento y sus sentidos, rodeado de su familia.



💗






https://www.uv.es/ivorra/Literatura/Coplas.htm




El Dominio de sí mismo




Émile Coué (1857-1926) fue un psicólogo y farmacólogo francés




Émile Coué (1857-1926) fue un psicólogo y farmacólogo francés. Introdujo un método conocido como la psicoterapia, que es una técnica de curación y automejoría que se basa en la autosugestión de la hipnosis. Se le conoce como el padre del condicionamiento aplicado. Coué aprendió acerca de la hipnosis por Ambroise-Auguste Liébault, el fundador de la Escuela de Nancy. En 1913 Coué fundó la Sociedad de Psicología Aplicada de Lorraine. Introdujo un nuevo método, el auto-comienzo de la autosugestión consciente, del cual escribió un libro. Modificó la teoría de Abbé Faria proponiendo que para que la autosugestión fluyera de la mente, uno tenía que alimentarla primero: repitiendo palabras o imágenes como autosugestión para la mente subconsciente, uno puede condicionar su mente. Después, la mente condicionada, es capaz de producir un comando autogenerado cuando la situación lo requiera. Su muy conocido mantra,

“Día tras día, en todos los aspectos, me va mejor y mejor”


es conocido como Couéismo, o el método de Coué, y depende en gran parte de la repetición de la fórmula.

PRÓLOGO


El Doctor Coué, continúa las experiencias de Nancy, en Nancy precisamente, allí en donde de Charcot1, la humanidad recibiera la revelación de la época: no es la razón la que determina nuestros actos, sino, que hay algo otro en nosotros: Lo INCONSCIENTE.

El Dr. Coué trabaja también en Troyes y en otras latitudes no sólo de su país; Francia, sino en américa y otros destinos de Europa, como reconfirmando la época y la experiencia de la que Sigmund Freud, obtuviera su obra al llevar por cauces insospechados las postrimerías de lo que él llamara pulsión. Y precisamente, por la misma época. Coué, presenta, sin proponérselo, las relaciones entre el deseo, y su realización, así como entre el deseo y la necesidad, enseñándonos cómo, por nosotros mismos obtener el bienestar del que somos capaces. o, en su defecto, el sufrimiento, rostro de la vida del que hemos dado prueba de también poder construir.

Coué, opone, no sin experiencia, al malestar, algo que es muy importante, pienso yo, un dar cuenta de ese “impedirse” sufrir, al sustituir las órdenes sugeridas a lo inconsciente, por unas nuevas que procuren cumplir con nuestra obligación fundamental, y derecho, por lo tanto, “vivir” y “vivir bien”.

Es curioso, y sorprendente notar que; al igual que no terminamos de acostumbrarnos a la muerte, no obstante, fundar, crear la vida, sobre la creencia que respecto de esta inventemos, tampoco nosotros terminamos de acostumbrarnos y de entender, cómo el cuerpo al darle su dueño, y creador: nosotros, una orden, responde, inmediatamente.

Al presentar, esta tal y sorprendente experiencia, el Dr. Coué, nos confronta con, lo que, para justificar nuestra pesadez, denominamos incapacidades o incompetencias, nuestras. No hay tal, nos enseña Coué, no hay discapacidad o incompetencia, hay sólo un NO que su dueño no logra decirle a un cuerpo, que no obstante habitarlo, nos es des-conocido.

Ese cuerpo, creado no sin compleja sencillez, no obstante, no sólo responde, sino que requiere, irremediablemente de ese, “NO”. Requiere tanto, de este “NO” como los chiquillos requieren del saberse deseados por sus padres y de conocer de éstos sus expectativas sobre ellos.

El deseo, está unido a una renuncia. Así mismo como el que los padres logren, claramente enunciar sus expectativas, sobre los hijos, requiere de su parte, asumir su falta, renunciar a ambiciones ilusorias y encontrar sus límites

Al enunciar, los padres, lo que desean que sus hijos logren, lo que enuncian es su propio deseo. Es decir, su falta; su límite, su imposibilidad. Deseamos lo que no hemos logrado. Los padres desean en su hijo lo que a ellos les falta. Quizá por ello, se hace tan sobreentendido, para los adultos, el que sus hijos sepan qué es lo que ellos esperan de éstos.

La palabra vence lo que la insistencia no alcanza. Se requiere de la palabra. Lo inconsciente es un mecanismo hecho de palabras. Y como tal, una estructura lenguajera, en la que, ciertos personajes, en determinada posición, funcionan.

El padre. Ese padre deseante de que su hijo viva; funda un lugar para su hijo; un lugar simbólico en el que éste finalmente habita. En su función, el padre, posibilita así que el pequeño pueda separarse del pecho de mamá, y recurra a sus propios recursos, recursos siempre y aunque desconocidos; humanos, recursos para ganarse la vida.

Nos enseña el Dr. Coué que, ganarse la vida es aprender a vivir, a vivir bien.

¿Cómo?

Reconociendo el deseo que nos habita, asumiéndolo y llevándolo a cabo. Éste deseo no perdona, insiste a manera de síntomas generadores de sufrimiento, hasta ser escuchado, hasta que cada uno tome; como decimos nosotros, los de habla castellana, “la sartén por el mango”. Hasta que se tome la vida, desde el deseo que nos habita.

El Dr. Coué nos lleva por estos caminos, del hacer uso del servicio que nos presta ese mecanismo lenguajero: Lo inconsciente. A la vez el Dr., Coué, nos hace revivir épocas que muchos de ustedes, y tampoco mi generación vivió, pero de las que algún eco, rumor, nos queda, aquí, reconoceremos esos rumores, de los que no hay duda, hasta estos lares hispánicos llegaron. Mis abuelos decían, por ejemplo: “Querer es poder”, pero si no puedo abuelito, decía esta chica, y el viejo Justo Lorenzo Zapata, respondía, entonces es que no quieres, hija. Y yo no entendía.

Les deseo muchos logros y encuentros en el deseo.

Margarita Mosquera Zapata - traductora


CONFERENCIA 1

El dominio de sí mismo

La sugestión o más bien la autosugestión es un tema reciente pero tan antiguo como el mundo. Es un tema nuevo en el sentido en que, hasta el presente, ha sido mal estudiado y, por consecuencia, mal conocido; es antiguo porque data desde que apareció el hombre sobre la tierra.

En efecto, la autosugestión es un instrumento que poseemos al nacer, y este instrumento o, mejor esta fuerza, está dotada de una inaudita e incalculable potencia, tal que, según las circunstancias, produce los mejores o los peores efectos.

El conocer sobre esta fuerza no sólo es útil para cada uno de nosotros en general, sino y en particular, es indispensable para los médicos, los magistrados, los abogados, los educadores de jóvenes, los padres de familia, etc.

Cuando se la pone en práctica de manera consciente, se evita, en principio, provocar en los otros autosugestiones que, por nocivas, pueden traer por consecuencia desastres. Y, por otra parte, puede con el uso consciente de la misma, provocar bienes que traigan la salud física a los enfermos, la salud moral a los neuróticos (víctimas inconscientes de autosugestiones anteriores), y sobre todo a personas que tienen tendencia a mezclarse con lo desagradable.

El ser consciente y el ser inconsciente

Para comprender los fenómenos de la sugestión o, para hablar más precisamente, de la autosugestión, es necesario saber que existen, en nosotros, dos individuos absolutamente distintos el uno del otro. Los dos son inteligentes, pero, mientras que el uno es consciente, el otro es inconsciente.

Ese estado de “inconsciente” es la razón por la cual, la existencia de este ser, pasa, generalmente desapercibida.

Es fácil de constatar, no obstante, esta existencia, por poco que se tome uno la pena de examinar ciertos fenómenos y de reflexionar en ellos algunos momentos.

He aquí algunos ejemplos:

Todo el mundo conoce el sonambulismo, sabemos que un sonámbulo se levanta en la noche, sin despertarse; que sale de su habitación luego de vestirse, o no, desciende las escaleras, atraviesa corredores y que, luego de ejecutar ciertos actos o terminar cierto trabajo, retorna a su habitación, se vuelve a acostar, y muestra, a la mañana, la mayor sorpresa al encontrar terminado un trabajo que había dejado inacabado, la víspera. No sabe que fue él quien lo hizo. ¿A cuál él se preguntará, sorprendido, atribuir su trabajo terminado? ¿A qué fuerza obedece su cuerpo sino a una fuerza inconsciente, a su ser inconsciente?

Consideremos ahora, si ustedes quieren, el caso muy frecuente, de un alcohólico atacado de “delirium tremens”. Como tomado por un acceso de demencia, se hace a cualquier arma (cuchillo, martillo, hacha) y golpea furiosamente a aquellos que tienen el infortunio de estar a su alrededor. Cuando el acceso termina, el hombre recobra el sentido, contempla con horror la masacre que se ofrece a su vista, ignorante de que él mismo es el autor. ¿Acaso, no es el inconsciente quien ha ordenado este malestar?

Si comparamos el ser consciente con el ser inconsciente, constatamos que, mientras que el consciente está dotado de una memoria no muy fiel, el inconsciente, al contrario, está provisto de una excelente e impecable memoria, grava, a nuestro pesar, los más mínimos acontecimientos, los más mínimos hechos de nuestra existencia.

Además, es crédulo y acepta, sin razonar, lo que se le dice. Y, como es quien preside el funcionamiento de todos nuestros órganos, por intermedio del cerebro, se produce el hecho de que, -cosa que usted encontrará paradójica-, tal o cual órgano funcione bien o mal o, de sentir tal o cual impresión que, determina nuestro quehacer diario.

Lo inconsciente, no sólo, preside, las funciones de nuestro organismo sino también, el cumplimiento de todas nuestras acciones, sean cuales sean éstas.

Lo que llamamos “imaginación” y que, contrariamente a lo que es admitido, nos hace siempre trabajar, incluso contra nuestra voluntad cuando hay antagonismo entre estas dos fueras, es lo inconsciente.

Voluntad e imaginación

Si abrimos un diccionario y buscamos el significado del término voluntad, encontraremos esta definición: “Facultad de libre determinación de nuestros actos”.

Aceptamos esta definición como verdadera, e intachable. Ahora bien, nada es más falso, y esta voluntad, que reivindicamos tan orgullosamente, cede siempre el paso a la imaginación. Esta es una ley absoluta es decir que, no sufre excepción alguna.

“! ¡Blasfemia! ¡Paradoja!” Opondrá, usted.

“En lo absoluto. Verdad, pura verdad”, les respondo yo.

Y para convencerlo, abra los ojos, mire a su alrededor, y sepa comprender lo que ve.

Usted se da cuenta entonces que lo que le digo no es una teoría fundada por un cerebro enfermo, sino la simple expresión de lo que es.

Supongamos que colocamos al sol una plancha de 10 metros de largo por 25 metros de ancho: es evidente que todo el mundo será capaz de ir de uno a otro lado de esta plancha sin tropezarse.

Cambiemos las condiciones del experimento y supongamos que esta plancha está ubicada a la altura de las torres de una catedral: ¿Quién es entonces, capaz de avanzar por lo menos un metro sobre tan estrecho camino? ¿Usted quien, me escucha? No. Sin duda. Usted no daría dos pasos sin temblar: y que, a pesar de todos sus esfuerzos de voluntad, caería infaliblemente al suelo.

¿Por qué entonces, si la plancha está en el suelo, por qué no caería usted? Y, ¿Por qué sí caería cuando está puesta en lo alto? Simplemente porque, en el primer caso usted se imagina que es fácil ir hasta el otro extremo de la plancha, mientras que, en el segundo, usted se imagina que usted no puede. Usted pudo querer avanzar, pero, si imagina que usted no puede, queda en la imposibilidad absoluta de hacerlo.

Si los obreros, carpinteros, son capaces de realizar tal acción, es porque ellos imaginan que pueden.
El vértigo no tiene otra causa que, la imagen de caer que nos hacemos; esta imagen se transforma inmediatamente en acto, a pesar de todos nuestros esfuerzos de voluntad. Estas imágenes inconscientes son tanto más rápidas que la intensidad de nuestros esfuerzos.

Consideremos una persona afectada de insomnio. Si no hace esfuerzos por dormir se quedará tranquila en su lecho. Si, por el contrario, quiere dormir, a mayor esfuerzo mayor agite, menos se duerme.

¿No se ha dado cuenta que, cuando cree haber olvidado un nombre más se le escapa éste, al tratar de recordarlo, mientras que, al sustituir en su mente, tal idea, por esta otra: “ya me acordaré”, el nombre aparece sin el menor esfuerzo?

Aquellos que hacen bicicleta se acuerdan de sus primeros intentos. Iban por la calle y ante el temor de caer, se agarraban del volante, de un momento a otro, notaban en medio del camino un caballo o un simple guijarro, buscaban evitar el obstáculo, pero mientras más esfuerzos hacían por evitarlo, más directamente iban hacia él.

¿Quién no tuvo esa risa loca, ese reír que mientras más esfuerzos se hace por evitarlo, más violento es? ¿Cuál era el pensamiento de cada uno en tales diferentes circunstancias?

“quiero no caerme”,
“quiero encontrar el nombre de madame Cosa, pero no puedo”,
“Quiero evitar el obstáculo, pero no puedo”,
“Quiero contener la risa, pero no puedo”.

Como se ve, en cada uno de estos conflictos, es siempre la imaginación que domina sobre la voluntad y, sin excepción. En el mismo orden de ideas, ¿acaso no sabemos que un jefe de tropa que se precipita hacia delante, a la cabeza del grupo, entrena a su tropa a estar siempre después de él, mientras que si grita: “¿Sálvese quien pueda”, determina casi fatalmente el fracaso? ¿Por qué? En el primer caso, la tropa se imagina que ellos deben caminar hacia delante, a la cabeza de sus tropas, mientras que; en el segundo, se imaginan que ellos están vencidos y que es preciso huir para escapar de la muerte.

Panurge, no ignoraba el contagio del ejemplo, es decir, la acción de la imaginación, cuando, para vengarse de un negociante con el que navegaba, le compró el mejor cordero y se lo tiró al mar, tal que, los demás corderos, lo siguieron, sin que le quedase al enemigo, ninguno.

Nosotros, los humanos, nos parecemos más o menos a los corderos y, a pesar de nosotros, seguimos irresistiblemente el ejemplo de otro, imaginando que no podemos hacer de otro modo.

Podría citar muchos ejemplos, pero creo que tal enumeración es innecesaria. No pasaré en silencio, no obstante, el hecho de la enorme potencia que presenta la imaginación, dicho de otra manera, la potencia del inconsciente en la lucha contra la voluntad.

Hay bebedores que desearían dejar de beber, pero que no pueden impedírselo a sí mismos.

Interróguelos, le responderán, con toda sinceridad, que quisieran estar sobrios, que la bebida los desgasta, pero que son, irresistiblemente impulsados a beber, a pesar de su voluntad, a pesar del mal que saben, les hará...

Incluso ciertos criminales hacen sus fechorías a pesar de ellos, y cuando se les pregunta por qué, ellos responden:” Yo no pude impedírmelo, eso era más poderoso, era más fuerte que yo”.

Y el bebedor y el criminal, dicen la verdad: están formados para hacer lo que hacen, por la sola razón de que ellos imaginan que no pueden no hacerlo.

Así pues, nosotros que estamos tan orgullosos de nuestra voluntad, nosotros que nos creemos tan libres en lo que hacemos, no somos sino unos pobres fantoches de los que la imaginación tiene los hilos. No cesamos de ser esos fantoches sino cuando hemos aprendido a conducir la imaginación.

Sugestión y Autosugestión

Después de lo anterior, podemos asemejar la imaginación a un torrente que entraña, finalmente, malestar y que, se le ha dejado caer, a pesar de nuestra voluntad de cruzar el río. Ese torrente, parece indomeñable; mientras que, si usted sabe cómo tomarlo, usted volteará su curso, lo conducirá hasta la fábrica, y allí, lo transformará en fuerza, en movimiento, en calor, en electricidad. Si esta comparación no les parece suficiente, asemejemos entonces la imaginación (la loca de la casa, como se la llama) a un caballo salvaje que no tiene ni guía ni frenos. ¿Qué puede hacer el jinete que lo monta, si no, dejarse llevar a donde al caballo le plazca conducirlo? Y siguiendo, entonces, si éste se encabrita, es en la fosa donde detiene su carrera. ¿Que el jinete acaba de poner frenos a su caballo, y que los roles han cambiado? No es el caballo quien va a donde él quiere, es el jinete quien se hace seguir por su caballo por la ruta que desea.

Ahora que estamos captando la enorme fuerza del ser inconsciente o imaginativo, voy a mostrarles que este ser, considerado como indomable, puede también domarse, tan fácilmente como a un torrente, o a un caballo salvaje. Pero antes de ir más lejos, es necesario definir, cuidadosamente dos palabras que empleamos con frecuencia, sin saber a ciencia cierta lo que significan. Estas palabras son:
Sugestión y autosugestión

¿Qué es entonces la sugestión?

Se puede definir como “la acción de imponer una idea al cerebro de una persona”.

¿Realmente existe esta acción? Propiamente hablando, no. La sugestión no existe por sí misma, en efecto; ella no existe y no puede existir sino a condición sine qua non de transformarse en un sujeto en autosugestión.

Y esta palabra, la autosugestión, la definimos como:

“La implantación de una idea en sí mismo por sí mismo”.








Usted puede sugerir algo a alguien: si lo inconsciente de este último no acepta tal sugestión, si no la digiere, por así decir, a fin de transformarla en autosugestión, ella no produce efecto alguno.

Algunas veces se me ha ocurrido sugerir algo banal a sujetos de ordinario obedientes, y ver mi sugestión fallar. La razón de esto es que lo inconsciente de tales sujetos ha rehusado aceptar mi sugerencia, y no la transforma en autosugestión.

Empleo de la autosugestión

Vuelvo al lugar en donde decía que podemos domar y conducir nuestra imaginación tal y como se conduce un torrente o se doma un caballo. Basta para ello, en principio saber que esto es posible (lo que casi todo el mundo ignora), y luego, conocer el modo de cómo hacerlo posible. Y bien, este modo es muy simple: es aquel que, sin querer, sin saberlo, de una forma absolutamente inconsciente de nuestra parte, empleamos mal y, a causa, frecuentemente de nuestra mamá. Este modo es la autosugestión.

Mientras que si habitualmente, uno se auto sugiere inconscientemente, basta auto sugerirse conscientemente, y el procedimiento consiste en esto:

––Primero, pensar con su razón la cosa que debe ser el objeto de la autosugestión y,

––Segundo; según que se responda sí o no, repetirse muchas veces, sin pensar en otra cosa

“Esto será” o, “Esto pasa”, “Esto ocurre”, etc.




Y, si lo inconsciente acepta esta sugestión, si él se auto-sugiere, se verán realizar las cosas, que se desean, punto por punto.

Así entendida, la autosugestión no es otra cosa que el hipnotismo tal como lo entiendo, y como lo defino por la simple autosugestión consciente. Sé que, generalmente, uno pasa por loco a los ojos del mundo cuando osa emitir ideas a las que la mayoría de los seres no están habituados a entender.

En Palabras: es la influencia de la imaginación sobre el ser moral y el ser físico del hombre, esta acción es innegable, y sin volver a los ejemplos precedentes, citaré algunos otros.

Si usted se persuade a usted mismo que usted puede hacer una cualquier cosa, manteniendo que ella sea posible, usted la hará, por difícil que ella pueda ser. Si, al contrario, usted se imagina que no puede hacer la cosa más simple del mundo, le será imposible hacerla y los obstáculos le parecerán montañas infranqueables.

Tal es el caso de los neurasténicos que, se creen incapaces del menor esfuerzo, se encuentran frecuentemente, en la imposibilidad de hacer algo sin sentir extrema fatiga. Y estos mismos neurasténicos, cuando hacen esfuerzos para salir de su tristeza se hunden cada vez más, parecen infelices que se derrumban y que se hunden tanto más, cuantos más esfuerzos hacen por salvarse.

No es sino pensar que un dolor se va para sentir que en efecto este dolor poco a poco desaparece e, inversamente, basta con pensar que uno sufre para sentir inmediatamente el sufrimiento que llega.

Conozco ciertas personas que predicen, en ciertas circunstancias, que ellas tendrán migraña tal o cual día y en efecto, el día predicho, en las circunstancias dadas, ellas lo sienten. Ellas mismas se dan el dolor, así como otros, o ellos mismos si desean, se curan.

Y bien, a riesgo de pasar por loco, diré que, si muchas personas están enfermas moral y físicamente, es porque ellas se imaginan estar enfermas, sea moral, sea físicamente; si algunas personas están paralíticas, sin que haya lesión alguna en ellas, es porque ellas se imaginan estar paralizadas, y es en estas personas en quienes se producen extraordinarias curaciones.

Si algunos son felices o infelices, es porque ellos se imaginan estar felices o infelices, pues, dos personas, ubicadas exactamente en las mismas condiciones, pueden encontrarse, la una; perfectamente, y la otra absolutamente mal.

La depresión, el tartamudeo, las fobias, la cleptomanía, algunas parálisis, etc., no son otra cosa que el resultado de la acción del inconsciente sobre el ser físico o moral. Pero, si nuestro inconsciente es la fuente de muchos de nuestros males, puede también traer consigo la curación de nuestras afecciones morales y físicas. Puede, no solamente, reparar el mal que ha hecho, sino incluso curar las enfermedades reales, tan grande es su acción sobre nuestro organismo.

Enciérrese en una habitación, siéntese en una silla, cierre los ojos para evitar toda distracción, y piense únicamente durante algunos instantes:

“Tal cosa está desapareciendo “y” Tal otra va a suceder”.




Si usted, realmente se autosugestionó, es decir, si su inconsciente hizo suya la idea que usted le ofreció, entonces, usted quedará sorprendido al ver producir tal cosa que usted pensó. Es de anotar que lo propio de las ideas auto sugeridas es existir, en nosotros, a nuestras expensas y, el nosotros no saber de ellas sino, por los efectos que producen. Pero, sobre todo, y esta recomendación es esencial, la voluntad no interviene en la práctica de la autosugestión; pues, si ella no está de acuerdo con la imaginación, es decir, si uno piensa, por ejemplo: “Quiero que tal o tal cosa se produzca”, y la imaginación dice “tú lo quieres, pero eso no es posible”, no solamente no se obtiene lo que uno quiere, sino incluso se obtiene exactamente lo contrario.

Esta observación es capital, y ella explica el por qué los resultados son tan poco satisfactorios cuando, en el tratamiento de las afecciones morales, uno se esfuerza en hacer la reeducación de la voluntad. Es en la educación de la imaginación que es preciso atarearse, y es gracias a este matiz, que mi método ha tenido éxito, allí, donde otros, y no de los menos, han fracasado.

De numerosas experiencias que he hecho diariamente, desde hace veinte años y que he observado con minucioso cuidado, pude sacar las conclusiones siguientes y que resumo en forma de leyes:

––Cuando la voluntad y la imaginación están en lucha, es siempre la imaginación la que gana sin excepción alguna.

––En el conflicto entre la voluntad y la imaginación la fuerza de la imaginación es en razón directa el cuadrado de la voluntad.

––Cuando la voluntad y la imaginación están de acuerdo, la una no se añade a la otra sino que, la una se multiplica por la otra.

––La imaginación puede ser conducida.

Las expresiones “en razón directa el cuadrado de la voluntad” y “se multiplican” no son rigurosamente exactas. Es simplemente una imagen destinada a hacer comprender mi pensamiento.

Por lo que acaba de ser dicho, parecería que nadie debería nunca estar enfermo. Esto es verdad. Toda enfermedad, casi sin excepción, puede ceder ante la autosugestión, por atrevido e inverosímil que pueda parecer mi afirmación; no digo cede siempre, pero digo, puede ceder, que es diferente.

Para llevar a la gente a practicar la autosugestión consciente, es preciso enseñar cómo hacerlo, y se hace así como se aprende a leer y a escribir, o como se enseña la música, etc.


La autosugestión es, como lo dije antes, un instrumento que traemos con nosotros al nacer y con el cual jugamos inconscientemente toda nuestra vida, así como un bebé juega con un sonajero. Pero, es un instrumento peligroso, puede herirnos, matar incluso, si usted lo usa de manera imprudente e, inconscientemente. Lo salvará, por el contrario, cuando usted sabe emplearlo de manera consciente. Puede decirse de él, lo que Esopo decía del lenguaje:

“Es lo mejor y, al mismo tiempo, la peor cosa del mundo”

Les voy a explicar ahora, cómo puede uno hacer para que “todo el mundo” sienta la acción bienhechora de la autosugestión aplicada de una forma consciente.


Al decir, “todo el mundo”, exagero un poco pues, hay dos clases de personas en quienes es difícil provocar autosugestión consciente:

––Los retrasados que no son capaces de comprender lo que se les dice, y

––las gentes que no consiguen aprender

Manera de proceder de un sujeto para aprender el tema para autosugestionarse

El principio del método se resume en algunas palabras:

No se puede pensar sino una cosa a la vez, es decir que, dos ideas pueden yuxtaponerse, pero no superponerse en nuestro pensamiento.

La primera idea que ocupa nuestro pensamiento, se cumple; pues tiene la tendencia a transformarse en acto.

Entonces, si usted llega a pensar de un enfermo que su sufrimiento desaparecerá, la enfermedad desaparecerá; si usted piensa que un cleptómano no volverá a equivocarse no lo hará más, etc.

Manera de proceder para hacer que la sugestión sea curativa

Cualquiera que pueda ser la afección del sujeto, física o moral, es preciso proceder siempre de la misma manera y pronunciar las mismas palabras con algunas variantes, según los casos.

Diga al sujeto “Siéntese y cierre los ojos.”

No trate de hacerlo dormir, es inútil.

“Le ruego cerrar, simplemente, los ojos para que su atención no se distraiga en objetos que llegan a su campo visual”.
Diga ahora que:

“todas las palabras que le voy a pronunciar van a fijarse, imprimirse, gravarse, incrustarse, en su cerebro. Es preciso que ellas queden fijadas, impresas, incrustadas. Incluso si usted no quiere, o no sabe cómo, quedarán fijadas, de una forma totalmente inconsciente de su parte, su organismo y usted mismo deberán obedecer.”

Le digo en principio que,

“todos los días, tres veces por día: a la mañana, a la tarde, a la noche; a la hora de las comidas, usted tendrá hambre, y se dirá: “comeré placenteramente” y en efecto, usted comerá con placer. Tendrá cuidado en masticar, lentamente, sus alimentos tal que, los transforme en una especie de pasta blanda que, usted digerirá. En estas condiciones usted digerirá bien y no sentirá dolor alguno. La asimilación se hará bien y su organismo preferirá sus alimentos para hacer sangre, músculo, fuerza, energía, en una palabra; vida.

Puesto que usted ha digerido bien, la función intestinal se cumplirá normalmente y todas las mañanas, al levantarse experimentará la necesidad de evacuar y, sin tener necesidad de utilizar medicamento alguno, sin recurrir a artificio alguno usted
obtendrá un resultado satisfactorio.”
Además,

“todas las noches, a partir del momento en que desee ir a dormirse hasta el momento en que desee despertarse a la mañana siguiente, dormirá con un sueño profundo, calmo, tranquilo, durante el cual no tendrá pesadillas, sueño al salir del cual, usted portará completa disposición de ánimo.
De otra parte, a partir de ahora, si le llega el estar triste, derrumbado, fatigado, enojado, no será más así, y en lugar de estar triste, derrumbado, fatigado enojado, usted estará, alegre, es posible estar alegre, sin razón alguna, alegre incluso, así mismo como le llegaba estar triste sin razón alguna: le diré más; incluso aun teniendo verdaderas razones, razones reales, para estar aburrido y afligido, usted no lo estará.

Si le llegan momentos de impaciencia, cólera, usted no hará tales movimientos, no los tendrá más; por el contrario, estará siempre paciente, siempre dueño de usted mismo y las cosas que le enojan, se tornarán para usted, indiferentes y entrará en calma, mucha calma. Si alguna vez es asaltado por el odio, seguido de ideas malsanas, temores, terrores, fobias, tentaciones, amarguras; yo deseo que todo eso frente a los ojos de su imaginación y poco a poco, se aleje de usted, y que eso parezca fundirse, perderse como en una nube lejana en la que todo debe terminar desapareciendo, completamente; como al despertar, se evapora un sueño.

Deseo que todos sus órganos funcionen bien: el corazón late normalmente, la circulación sanguínea se efectúa como ella debe efectuarse, los pulmones funcionan bien, el estómago, el intestino, el hígado, la vesícula biliar, los riñones, la vejiga, cumplen normalmente sus funciones.
Si alguno entre ellos funciona de forma anómala, esta anomalía desaparece día a día, tal que, en poco tiempo, habrá desaparecido completamente, y este órgano habrá retomado su función normal. Además, si existe alguna lesión en alguno de ellos, estas lesiones se cicatrizan día a día, y ellas estarán rápidamente curadas.”

Para tal propósito, debo decir que; no es necesario saber qué órgano está enfermo para curarlo. Bajo la influencia de la autosugestión:

“todos los días, bajo todos los puntos de vista, voy de mejor en mejor”.

El inconsciente ejerce su acción sobre ese órgano, órgano que él mismo sabe discernir muy bien. Agrego incluso esto, y es una cosa muy importante:

“Si hasta el presente, usted ha experimentado frente a usted mismo una cierta desconfianza, le digo que esa desconfianza desaparecerá poco a poco, dejando en su lugar, al contrario, confianza en usted mismo, basada en esta fuerza de un incalculable poder, que está en cada uno de nosotros.”

Esta confianza es una cosa absolutamente indispensable en todo ser humano. Sin confianza en sí, no se llega a nada, con confianza en sí, se puede lograr todo (en el dominio de las cosas razonables, por supuesto).

Usted toma confianza, en usted y, entonces, la confianza le da la certeza de que usted es capaz de hacer, no sólo bien, sino, muy bien, todas las cosas que desee hacer, con la condición de que sean razonables, todas esas cosas, tanto como es razonable, su deber de hacerlas. Entonces, cuando usted decida hacer algo, razonable, cuando tenga que hacer una cosa que es su deber hacerla, piense siempre que esa cosa es fácil.

Que las palabras: “difícil”, “imposible”, “yo no puedo”, “es más fuerte que yo”, “no puedo impedirme tal o cual cosas...”; desaparezcan de su vocabulario, ellas no son castellano. Lo que sí es castellano es, O, lo que sí está en su lengua maternal, o en la lengua en a diario se exprese, 

“es fácil, yo puedo”.

Si usted considera la cosa, como fácil, ella se le tornará fácil, mientras que a los otros les seguirá pareciendo difícil, y estas cosas usted las hace rápido, usted las hace bien, usted las hace sin fatiga porque las hace sin esfuerzo.

Mientras que, si usted las hubiera considerado difícil, o imposible, estas se le tornarán difíciles, simplemente porque usted la consideró así”.

A estas sugestiones generales que parecerán quizá un poco largas e incluso, algunas de ellas, infantiles, pero, no obstante, necesarias, es preciso agregar aquellas que se aplican al caso particular del sujeto que usted tiene entre sus manos.

Todas estas sugestiones deben ser hechas en un tono monótono y arrullador (acentuando las palabras esenciales) que invite al sujeto, si no, a dormir, al menos a quedarse en quietud, a no pensar en nada. Cuando la serie de sugestiones haya terminado, uno se dirige al sujeto, con alegría (aunque sin emoción, no obstante), en estos términos:


“En suma, espero que, desde todos los puntos de vista, tanto desde el punto de vista físico como moral, usted goce de excelente salud, de una salud mejor que aquella de la que usted ha gozado hasta ahora. Ahora contaré hasta tres y cuando yo diga tres, usted abrirá los ojos y saldrá del estado en que usted estaba, y saldrá tranquilamente, al salir no tendrá la más mínima fatiga, ni aburrición. Por el contrario, se sentirá, fuerte, vigoroso, alerta, dispuesto, pleno de vida, además, estará alegre, muy alegre y dominando todos sus asuntos.
UNO, DOS, TRES”

A la palabra TRES, el sujeto abre los ojos y sonriendo, siempre con una expresión, en su rostro, de contento y bienestar. Una vez este pequeño discurso haya terminado, usted agregará lo que sigue:

Cómo practicar la autosugestión consciente

Todas las mañanas al despertar y todas las tardes al dormir, cierre los ojos y, sin buscar fijar su atención sobre lo que se le dice, pronuncie con los labios, bastante alto para escuchar sus propias palabras y, contando con un lazo provisto de 20 nudos, la siguiente frase:

“Todos los días, bajo todo punto de vista, voy mejor, mejor y mejor”

Las palabras “bajo todos los puntos de vista” se dirigen a “todo”, es inútil hacer sugestiones particulares. Esta sugestión, de la manera más simple posible, incluso infantil y maquinal, y por consecuencia, sin el menor esfuerzo; es más efectiva. En una palabra, la fórmula debe ser repetida con el tono empleado, para recitar las letanías. De esta forma, se llega a hacer penetrar mecánicamente, en el inconsciente, por el oído este mensaje y cuando este mensaje, haya penetrado; irremediablemente, actúa.

Seguir toda la vida este método es, a la vez, preventivo y curativo.

Además, cada vez que, en el transcurso de la jornada o de la noche, se sienta un sufrimiento físico o moral, afirmarse inmediatamente, en sí mismo, que uno va a hacerlo desaparecer, luego, aislarse, tanto como sea posible, cerrar los ojos, y, pasando la mano sobre la frente, si se trata de algo moral o, sobre la parte adolorida, si se trata de algo físico, repetir rápidamente con los labios, las palabras “pasa, pasa, etc., etc.,” tanto tiempo como sea necesario. Con un poco de práctica se llega a hacer desaparecer el dolor moral o físico al cabo de 20 a 25 segundos.

Recomenzar cada vez que sea necesario

Es entonces fácil darse cuenta del rol del sugestionador.

No es un amo quien ordena, es un amigo, un guía, quien conduce paso a paso al enfermo, en su vía hacia la curación. Como todas estas sugestiones son dadas en interés del enfermo, el inconsciente de este último no demanda sino asimilarlas y transformarlas en autosugestión. Cuando esto está hecho, la curación se obtiene más o menos rápidamente.

La práctica de la autosugestión no reemplaza un tratamiento médico, pero es una ayuda preciosa tanto para el enfermo como para el médico.


💗







Sanar la Vida I del Dr. Jorge Carvajal Posada









Hoy vamos a empezar hablando de la cordialidad.

Obviamente que de la cordialidad es poco lo que se puede hablar ya que es una palabra sagrada, es la clave de la apertura amorosa. La apertura amorosa es la clave de la amistad, de la amabilidad, de la cordialidad, del amor y de las relaciones humanas. Todo comienza ahí, cordialidad viene de corazón. Cuando tú partes del corazón en la relación humana estás partiendo de tu cordialidad y estás eliminando todas las barreras, todas las fronteras, todos los juicios, todos los prejuicios, todas las intolerancias y estás en el mínimo común denominador de tu humanidad.

La humanidad comienza donde se expresa la cordialidad. La cordialidad está antes de la buena voluntad, antes de la igualdad, de la fraternidad, de la libertad, de los derechos humanos, de la hermandad. La cordialidad es la única forma a través de la cual nosotros podemos entrar en comunicación, si no hay cordialidad no hay empatía, no hay simpatía, no hay comunicación.

Así que ahora vamos a empezar el seminario tomándonos de las manos, conectándonos con el corazón. Cordal y cordial son aquellas cosas que vienen del corazón. Cerramos los ojos unos instantes, nos conectamos al interior de nuestro corazón, llevamos a nuestro corazón una imagen vivida, que evoque pasión, que evoque amor, que nos conmueva, puede ser un atardecer en el mar, la mirada amorosa de la compañera o el compañero, Dios, esa imagen que realmente nos conmueva profundamente desde el corazón. Sentimos la imagen ya no como una visión sino como un fuego interior. Dejamos que esa llama arda, que penetre todo nuestro cuerpo, dé calidez a nuestra piel y concentramos ese fuego interior en nuestras manos. Ahora sentimos que podemos desplazar toda esa cualidad, todo ese calor de nuestro corazón que llamamos cordialidad a nuestras manos y vamos a compartir, la cordialidad surge cuando compartimos desde el corazón, dejemos que esa llama fluya hacia los demás, acojámosles desde nuestro corazón, allí desde siempre te conozco, desde siempre en el corazón te reconozco, aunque sea la primera vez que te veo, el corazón te reconoce porque tú eres parte de mí y yo soy parte de ti. Ahora me puedo mirar en tus ojos y reconocerme, ahora te puedes mirar en mis ojos y reconocerte. Ahora más allá de la piel y del cuerpo somos parte de un mismo fuego fundamental, de una sola llama, la llama de nuestra humanidad. Vamos a compartir esta humanidad, nos levantamos un segundo, nos damos un abrazo, un abrazo que venga desde el alma, que nazca desde nuestro corazón y circulamos cinco minutos, solamente cinco minutos por el salón y abrazamos a quien nos provoque abrazar.

Observamos la vida, compuesta por caras: lo blanco, lo negro, la luz, la sombra, lo celeste, lo terrestre. Pero esas caras no son opuestas, esas caras son las de la complementariedad. Este universo es un universo de reciprocidades. Surgimos a la vida, nacemos a la vida cuando nacemos a la reciprocidad. Todo genuino amor es recíproco, aunque sea impersonal. Es el arte de dar y de recibir. Si tú no das y recibes en el mismo instante, eres incompleto, tú no estás amando. Si tú estás ahí para dar, pero te cierras al recibir no puedes tener cordialidad, no puedes tener ternura, no puedes abrir tu corazón.

Este mundo es un mundo de sensibilidad. La piel de la conciencia es sensibilidad. Conciencia es una piel del universo y su quinta esencia es sensibilidad. Todas las cosas reaccionan entre sí, todas las cosas se relacionan, resuenan. La música del universo es una música de resonancia y esa resonancia está hecha de comunicación, de intercomunicación. Y allí donde hay apertura hay comunicación. Siempre tenemos un mínimo común denominador para comunicarnos, desafortunadamente nos atrapamos en la trampa de las palabras y el lenguaje, pero antes de las palabras está tu mirada, antes de las palabras está tu sentir que es total, antes de las palabras está tu humanidad, está tu piel, está tu evolución, están todos los electrones que saltan y danzan desde tu cuerpo generando una armonía alrededor de ti y yo puedo captar esa armonía sin que tú digas una sola palabra. Lo importante es cómo me siento frente a ti, lo importante en la relación no es que digamos o dejemos de decir, sino cómo nos vamos a sentir.

Cuando se relacionen con alguien pregúntese antes que nada ¿Cómo lo hice sentir? No qué le dijeron, no hagan ninguna evaluación de ningún otro tipo, salvo desde el código del sentir. ¿Cómo hacen sentir a un niño?, ¿Cómo hacen sentir al abuelo? Es posible que sus discursos, aún sus discursos espirituales sean correctos desde el punto de vista del intelecto, es posible que la oración y la fórmula sea la correcta, es posible que sigan todas las recomendaciones del psiquiatra o del psicólogo, o todos los códigos de la ética, pero si no lo hacen sentir más humano, más íntegro y mejor, Uds. no están reivindicando su humanidad, no se están relacionando como seres humanos. Se están relacionando desde el pasado, como autómatas, desde las programaciones, desde las expectativas, pero no desde el presente.

La vida es un perpetuo abrazo. Podemos abrazar la vida o huir o atacar la vida. No existe otra opción. Cuando no estamos abrazando la vida, la estamos sufriendo, cuando no abrazamos la vida, nos estamos congelando. La vida es fuego, es fuego eléctrico, el fuego del amor. Es fuego magnético, es fuego de atracción. Es fuego de comunicación, es un permanente fuego. La vida es un viento que mueve el fuego y el fuego es el amor. Donde no hay amor estamos en pasado o en futuro, renunciamos al presente y cuando renunciamos al presente renunciamos a la vida.

La vida es un movimiento de meditación permanente. Alguien me pregunta ¿Qué es la meditación?, ¿Cuál es la fórmula de la meditación?, es muy simple: vivir. Porque cuando no estás meditando estás muriendo en términos humanos y cuando tú meditas aprendes. La ley de la vida es aprender. Cuando tú te sientes aprendiz eres humilde y si eres humilde tienes apertura amorosa y si tienes apertura amorosa tienes cordialidad y si tienes apertura amorosa más cordialidad tienes empatía, tienes simpatía, tienes resonancia, tienes comunicación fluida y tienes paz. Y no tienes paz porque conquistes la paz sino porque reconoces la paz que hay en ti. Todas las cosas estaban ahí: la paz, el amor, la libertad, la materia, la energía, la información, la conciencia, la perfección. No había que buscar la perfección, acuérdense. Ya éramos perfectos, así como éramos. El único problema es que, aunque las cosas estaban, éramos nosotros los que no estábamos. Cuando no somos humanos es porque no estamos en nosotros. Es porque hemos asumido un patrón de identidad falso, porque nos hemos negado nuestra sensibilidad, porque nos hemos negado a movernos interiormente, porque no hemos aceptado conmovernos. Es porque hemos ido al seminario para escuchar la voz del viento, pero no permitimos que el viento golpeara nuestra cara en las aceras que nos acercaban a esta sala y sintiéramos el placer del viento. Es tal vez porque sentimos que el día era muy feo, pero no comprendimos el lenguaje de los grises y el día está hermoso cuando es gris. Y el mar es más hermoso cuando está enojado y la lluvia fresca también es hermosa porque la lluvia ablanda la tierra, porque la lluvia permite el milagro de las semillas y el milagro de las germinaciones, sin la lluvia no existiría primavera.

La vida es como un fuego y ese fuego arde porque hay un leño, hay un leño maduro, hay un leño seco. Cuando Uds. prenden el leño y están frente a la chimenea, y están atentos, escuchan en ese fuego que se eleva la voz del viento y si abren los ojos y no ven el fuego van a encontrar la voz del viento que mueve los árboles, la voz del otoño y las hojas que caen también está ahí. Y cuando el fuego crece Uds. encuentran la lluvia que se acerca y cuando el madero explota Uds. encuentran el trueno que resuena, de tal manera que ahí en ese leño seco está un resumen de toda la naturaleza, de todos los elementos. Está la madurez de la tierra, la madurez del viento, del agua, de la tormenta, está el sol y la tierra fecundados en ese fuego y cuando Uds. ven en el fuego de la chimenea no sólo algo que los calienta sino un milagro que contiene todas las señales de la vida, entonces empiezan a conmoverse con el fuego y ya no necesitan que el fuego los queme para moverse. A veces nos movemos cuando la vida nos quema. No es necesario esperar a morir para que la vida nos queme, nos remuerda; no es necesario que la vida nos duela intensamente hasta la destrucción para que podamos despertar. Despertar a la vida es muy simple: es reconocer que en una sola cosa están todas las cosas si la observas desde tu corazón. En cada cosa están todas las cosas. En cada naranja están todas las frutas, en cada mariposa están todos los vuelos, está el sol, el aire, el paisaje, el silencio, la crisálida, los gusanos, la historia de la evolución. En cada migración está la historia de la conciencia cósmica que se mueve haciendo de cada individuo la célula integrante de un organismo inteligente y grupal.

Cuando Uds. ven una mariposa o cientos de mariposas volar, están viendo el gran cuerpo de una conciencia que se mueve, el oleaje de un solo mar. Cada una de las mariposas que migran es apenas una ola dentro de un mar de conciencia colectiva. Y cuando tú aprendes a mirar así el mundo, conmovido, ese mundo se ve desde el corazón, entonces tú ves en el otro una ola parte de tu mismo oleaje, partícipe contigo del mismo océano de la conciencia. Y aprendes no sólo a tolerar sino a comprender, no sólo a comprender sino a amar. Y vamos pasando por esas distintas fases de la sensibilidad.

Sanar la vida es rescatar la sensibilidad. Porque la vida nos regaló sentidos, pero los tenemos embotados, porque el estrés nos llevó a refugiarnos en anestésicos y en analgésicos; y volvimos la religión, el conocimiento y la medicina, el arte de embotar los sentidos. Y convertimos la vida en el arte de embotar los sentidos para llegar a la ciencia terrible del no sentir. Y pensamos que si no sentimos estamos vivos y es todo lo contrario. Y pensamos que si no nos duele estamos sanos y es todo lo contrario. Desde el punto de vista médico hay una cosa catastrófica que es el estrés opiáceo, así se llama. El estrés opiáceo es un estrés del que no tienes escapatoria, es algo impredecible para ti, es algo que tú no puedes controlar. Y cuando tú no puedes controlar, cuando no eres dueño de ti mismo, cuando no puedes utilizar tu instrumento, el organismo emplea un mecanismo de defensa único y precioso que es liberar opiáceos endógenos, es liberar endorfinas, encefalinas y sustancias análogas de la morfina y de la heroína que conocemos. ¿Por qué razón?, porque el cerebro está equipado con receptores para esos opiáceos con el fin de amainar el dolor en los momentos críticos de la vida. Pero una vez que pasa la crisis pasa el estrés. Y has amainado el dolor y has podido sobrevivir. Sin embargo, si tú vives en una crisis permanente, en una reacción de fuga permanente, si tú no encuentras la madre, el padre, esa figura interior en ti, si te expulsan del paraíso y no puedes encontrar un paraíso al interior, no te queda más remedio que fabricar un paraíso artificial, pero no es porque busques la droga fuera, frecuentemente ya estás drogado. Buena parte de nosotros como humanidad no sólo estamos dormidos sino dopados, estamos drogados, tenemos saturados los órganos de los sentidos. Miramos, pero no vemos, oímos, pero no escuchamos, comemos, pero no disfrutamos y no nos nutrimos, hablamos, pero lo hacemos desde la memoria y desde el automatismo y no desde la vida, utilizamos un cuerpo sufriéndolo, pero no gozamos del cuerpo.

Abrirnos a la vida es abrirnos a la inocencia, a la totalidad del cuerpo, a ese estado negentrópico de la infancia interior permanente. El Niño Dios nace en nosotros todos los días y no tan sólo los veinticuatro de diciembre cuando somos conscientes de nosotros, cuando rescatamos la conciencia íntegra de ser lo que somos, de ser el cuerpo, de ser los deseos, de ser la piel, de ser el alma. En ese momento estamos renaciendo a la vida, renaciendo a los sentidos, pero llenos de sentido. Ya no vivimos para embotar los sentidos y anestesiarlos, sino que ya vivimos para abrir los sentidos, para despertar los sentidos, para vivir el dolor encontrando también en el dolor una oportunidad y un sentido. En ese momento, en ese instante, la vida empieza a hacerse significativa.

Hemos perdido el significado, porque hemos perdido la sensibilidad, hemos perdido la sensibilidad porque hemos confundido la salud con la analgesia y con la anestesia y con el bienestar físico, emocional y mental y el estado perfecto de armonía que es el estado perfecto de muerte, porque cuando tenemos un estado perfecto y de armonía ya estamos muertos.

La vida es desequilibrio, es crisis continua, es crecimiento, es un vórtice caótico. Si no tienes crisis, si no te duele la vida, si no te conmueves, estás muy grave, aunque no te diagnostiquen un cáncer. Pero si tú tienes un SIDA, o un cáncer o una enfermedad terminal terrible y estás despierto y eres consciente de ti y eres consciente de tu crecimiento, de tu dolor y estás aprendiendo la lección así sea dolorosamente, estás terriblemente vivo, mucho más vivo que los muertos autómatas que deambulan por todas las calles de las grandes ciudades del mundo. Entonces morir o vivir no tiene nada que ver con estados perfectos de equilibrio, la vida es desequilibrio y el desequilibrio es significativo si nos aporta su lección que es aprendizaje.

Empezamos a vivir cuando empezamos a aprender, pero empezamos a aprender cuando abrimos las antenas de los sentidos, cuando abrimos los ojos. Tenemos los ojos muy abiertos, pero los ojos del alma están cerrados. Cuando un hombre despierta el Cosmos abre unos ojos, el Universo canta en nosotros, está en nosotros, somos una estrategia de la conciencia universal para aprender. Dios aprende a través de nuestros ojos. Dios crea a través de nuestros sentidos, a través de nuestras manos. El Cosmos se contrae en nosotros y en la vida para expandir su conciencia. Nosotros somos antenas de expansión de la conciencia, pero hemos tenido la expansión y vamos en una infinita contracción, hasta la total negación, porque hemos negado el arte de liberarnos, el arte de entregarnos, el de expirar, el de morir, el de darnos.


💗