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EL TRABAJO EN LA CALMA – N o r a S a b a t e r





Intensivos consejos para la ampliación de la consciencia al levantarse, preparatorios para el recuerdo de Sí.






Trabajo en calma y sensación de uno mismo

Este ejercicio debe practicarse todos los días, preferentemente por la mañana, tan pronto como sea posible después de levantarse. Es el «trabajo en calma».

Antes de comenzar el ejercicio propiamente dicho, es útil prepararse durante unos días de la manera siguiente:

Antes de levantarse por la mañana, uno ha de concentrarse en su cuerpo y debe intentar ser consciente de todas las sensaciones que se presentan. Hay que dejar que la atención se pasee por cada parte del cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Uno debe notar de qué partes del cuerpo es consciente, y con qué claridad e intensidad. Hay que notar todas las partes que parecen calientes o frías, los pequeños dolores o tensiones musculares inútiles. Cuando uno se da cuenta de ellas, hay que dejarlas por el momento, sin intentar relajarse prematuramente. En principio, hay que llegar a ser consciente de las situaciones y de sus límites precisos.

Una vez levantado, durante el aseo, hay que intentar mantenerse consciente de las sensaciones espontáneas del cuerpo: ¿es más fácil sentir las sensaciones de una parte del cuerpo cuando se está en movimiento o cuando se está en reposo? A medida que uno se vuelve cada vez más consciente de las diferentes sensaciones y movimientos del cuerpo, se debe comenzar a notar si se encuentran combinaciones entre las diferentes sensaciones y tensiones, es decir, los acontecimientos que van juntos, que aparentemente forman un todo que se siente al mismo tiempo. Se debe notar igualmente si, de tiempo en tiempo, uno retiene el aliento o incluso deja de respirar durante un tiempo más o menos corto, y si se acompaña de alguna sensación o tensión especial. ¿Existe una relación entre las modificaciones del ritmo respiratorio y la mirada? ¿Cuándo se esfuerza en escuchar, en oír mejor? ¿Cuándo se experimenta alguna sensación insólita en la piel? ¿Qué otras combinaciones de sensaciones descubre?

Tras realizar correctamente tal preparación, se pasa al ejercicio propiamente dicho, la sensación del cuerpo o de uno mismo. Debe ejecutarse, de ser posible, un par de veces al día, después de levantarse y antes de acostarse.

Hay que sentarse bien derecho, sobre una silla dura, con la espalda recta, los pies descansando firmemente sobre el suelo, juntos, y las palmas de las manos sobre los muslos, tan cerca de las rodillas como sea posible. Los dedos deben dirigirse hacia adelante, pero no han de permanecer rígidos; el índice, paralelo al muslo, y los otros dedos, colocados sin tensión a cada lado. La cabeza debe estar en equilibrio sobre la columna vertebral, erguida, pero sin tensión ni rigideces. Cuando uno comienza el ejercicio, un cojín colocado entre la espalda y la silla ayuda a sostener la columna vertebral bien recta. El cuerpo debe permanecer distendido, sin caerse de la silla, y el espíritu debe tranquilizarse. La mirada debe dirigirse hacia delante, y replegarse el mentón hacia el cuello, pero sin tensión alguna.

A continuación, se cierran los ojos. Se relajan todos los músculos en la medida de lo posible, comenzando por los pequeños músculos faciales. Es más fácil si los ojos, cerrados tras los párpados, miran hacia abajo.

Cuando uno está seguro de que todos los músculos del cuerpo se han relajado por completo, hay que verificar aún el estado de los músculos faciales, del cuello, de los hombros y del resto de las articulaciones. Entonces hay que dirigir toda la atención sobre el brazo derecho. Uno llega a ser consciente del brazo entero, desde la punta de los dedos hasta el hombro. Hay que tomarse el tiempo necesario, asegurarse bien de que se experimenta en efecto, en esa parte del cuerpo, una sensación a la cual no se está habituado. Se sabe que uno tiene un brazo derecho fijando la atención en el brazo. A partir de que uno es consciente del brazo derecho, hay que retirar súbita y completamente la atención, y llevarla sobre la pierna derecha: se es consciente de la pierna entera, desde la punta de los dedos hasta el muslo y la ingle derecha. En la medida de lo posible, hay que llegar a «ser» la pierna derecha. No hay que permitir que nada coexista con ella en el consciente. No se debe tener prisa, pero una vez consciente de la sensación de toda la pierna, se debe retirar una vez más la atención y fijarla, de la misma manera, sobre la pierna izquierda. Después, cuando uno está preparado, hay que retirar la atención de la pierna y llevarla al brazo izquierdo, y cuando se haya conseguido, decirse interiormente, en silencio y con convicción: «sé que estoy aquí».

De nuevo se repite el proceso, pero esta vez intentando conservar la sensación en cada miembro tanto tiempo como sea posible.

Nunca hay que permitir que desaparezca la sensación en contra de la voluntad. Esta segunda vez es, a menudo, más fácil que la primera y se tiene la consciencia de una cierta sensación en cada miembro. La sensación experimentada se expresa de manera diferente de una persona a otra.

Una vez más, hay que efectuar el recorrido completo del ciclo, es decir, brazo derecho, pierna derecha, pierna izquierda, brazo izquierdo, y llevar entonces la atención sobre el resto del cuerpo, desde los órganos sexuales hasta la cabeza, esforzándose en mantener esta sensación del cuerpo entero durante tanto tiempo como sea posible. Después, hay que retirarla completamente antes de que desaparezca por ella misma. Cuando se haya conseguido, hay que decirse de nuevo interiormente y con una gran convicción: «siento que soy ahora». Durante ambas veces, pasando de una parte del cuerpo a la siguiente, se retira la atención de la parte sentida y, entonces, se cesa de sentir. En la tercera y última vez hace falta el esfuerzo de no perder la sensación de las diferentes partes del cuerpo pasando de una parte a otra. Es decir, cuando se efectúa el repaso, no hay que retirar toda la atención, sino que hay que guardar la atención suficiente para continuar sintiendo la parte «abandonada» hasta el final del ejercicio. De esta manera, cuando se efectúa el proceso completo del cuerpo, la persona es consciente al mismo tiempo de la sensación de cada parte del cuerpo y del cuerpo como un todo. Hay que guardar esta sensación global el máximo tiempo antes de retirar la atención y terminar el ejercicio.

La tercera y última vez se efectúa de la manera siguiente:

Se dirige la atención sobre el pulgar de la mano derecha, y si es posible, hay que llegar a ser consciente incluso de su uña; después, sobre el índice y, uno tras otro, sobre el resto de los dedos de la mano. Entonces, hay que dejar una parte de la atención en los dedos y pasar a la palma, después, al dorso de la mano, y de ahí, al puño. Se continúa guardando una parte de la atención en cada parte abandonada a medida que se sube a lo largo del brazo: antebrazo, codo, brazo, hombro y axila. La persona debe ser consciente, en ese momento, del entero brazo derecho, desde las uñas hasta la punta del hombro y la axila.

Después, hay que enfocar la atención progresivamente en sentido inverso, es decir, comenzando por el hombro y terminando por los dedos. Una vez que se ha retirado completamente la atención del brazo, hay que reemplazarla de golpe por la atención al brazo entero y continuar siendo consciente de la sensación de este brazo, mientras uno continúa el ejercicio efectuando el mismo proceso para el resto de miembros (pierna derecha, pierna izquierda, brazo izquierdo).

Se continúa probando la sensación en los cuatro miembros, y se fija la atención sobre los órganos sexuales externos e internos. En ese momento, se avanza desde lo bajo hacia lo alto del cuerpo subiendo por la columna vertebral y sintiendo el recorrido en cada nivel sucesivo: espalda, costados, vientre, pecho, cuello y, al final, la cabeza.

En relación a la cabeza, se empieza por la sensación del mentón, el labio inferior, las encías y los dientes de la parte inferior, la lengua, el paladar y el interior de la boca, las encías y los dientes de la parte superior, el labio superior, la mejilla derecha, la mejilla izquierda, la nariz, el ojo derecho, el ojo izquierdo y la frente. Llegados a este punto, se siente la cara por entero, como una máscara. Se pasa a la frente, el cuero cabelludo, la oreja derecha, la oreja izquierda y la nuca. Se retiene la sensación del cuerpo entero (extremidades, tronco, cuello y cabeza) durante tanto tiempo como sea posible. Entonces, antes de retirar la atención del cuerpo, uno se dice a sí mismo de la misma forma que en procesos anteriores: «aquí, ahora, yo soy». Una vez acabado el ejercicio de sensación corporal, hay que ser consciente de que uno mismo es quien ha realizado el esfuerzo de dirigir la atención sobre su cuerpo por propia voluntad. Hay que estar seguro de acordarse siempre que ninguna otra persona puede dirigir el cuerpo de uno ni controlar la propia atención. Sólo uno mismo, el yo, es capaz de hacerlo.

En tal estado de saber, de sentir el yo que reacciona, es cuando verdaderamente se comienza a experimentar, a ser consciente. Esto se llama «recordarse a uno mismo», «ser consciente de uno mismo», «presencia de uno mismo» o «sensación de uno mismo». Este estado es muy especial, y cuando la persona llega con éxito a probarlo, a sentirlo, tal estado se puede reconocer en el futuro por su «gusto» particular y singular.

Hay que hacer el esfuerzo de acordarse de dicho gusto para ser capaz de conectarlo, a voluntad, todas las veces que uno se olvida de querer estar en ese estado.

El esfuerzo de practicar el ejercicio para llegar a ser consciente de la sensación del cuerpo, y no olvidarse de hacerlo, el «trabajo en calma», procura un beneficio inestimable, según el pensador, cuyo valor es indecible y múltiple. Al principio, es imposible obtener la sensación corporal sin un esfuerzo consciente. La sensación «normal» nunca es mecánica, como lo son el dolor u otras molestias. El sobreesfuerzo consciente implica la voluntad y le permite a uno adquirirla con esta disciplina, como hace un faquir, pero ignorando las restantes posibilidades de desarrollo de los centros emocional y del pensamiento. Gurdjieff opina que uno de los puntos importantes de este ejercicio tiende a que uno se separe constante e inconscientemente de la sensación de sueño agradable. Ello impide ejecutar el ejercicio de forma correcta, es decir, conscientemente, ya que desde que la atención es captada por un sueño, la persona comienza a imaginar que continúa trabajando, aunque en realidad no lo está haciendo. El sueño inconsciente constituye un proceso inútil y no conduce al desarrollo de uno mismo.

Otra circunstancia a evitar mientras se está practicando el ejercicio son los pensamientos que distraen la atención y la concentración sobre el cuerpo y sus sensaciones. En ese caso, hay que decirse a uno mismo: «detente, déjame hacer mi trabajo ahora y te dejaré hacer lo que quieras más tarde». Lo esencial de este ejercicio es no permitir que los pensamientos se ocupen de otra cosa más que de la experiencia propia de la sensación del cuerpo:

Experimentar una sensación no es lo mismo que percibir un sentimiento o emoción, pensar o saber. La persona piensa y conoce con su espíritu mental o intelectual, la persona siente con las pasiones, emociones y sentimientos, pero contacta con el mundo a través de los sentidos, internos y externos. Se puede decir que estos tres tipos diferentes de experiencia tienen lugar gracias a tres centros distintos: el centro activo, el centro pensador y el centro emocional, sentimental y pasional. Para realizar el esfuerzo de sentir; es necesario que la persona se encuentre tranquila, el cuerpo distendido, y el espíritu en reposo. Ninguna parte del cuerpo debe estar rígida ni crispada. Para ello, hay que fijarse en los músculos faciales, ya que a menudo, cuando se hace un esfuerzo cualquiera, las cejas se contraen y la frente se arruga. No se debe permitir que ello se produzca, sino que hay que relajar los músculos sin la función inmediata de mantener el cuerpo en la posición deseada.

Puede ser de ayuda repetirse, silenciosa e interiormente, la orden de que la atención se pose sobre las diferentes partes del cuerpo; por lo menos, al principio, ello facilita seguir el orden correcto de progresión de la consciencia de sensación corporal. Esto impide también, en gran medida, que aparezca un estado de sueño. Si al realizar el ejercicio uno nota que va a dormirse o tiene sensación de somnolencia, hay que caminar dos o tres veces alrededor del asiento y recomenzar.

Algunas personas sienten su cuerpo más fácilmente si dirigen sus ojos hacia la parte sobre la cual se centra la atención, y así llegan a ser conscientes de la sensación, o bien imaginan (visualizan) esta parte mentalmente. Esto es de mucha ayuda, sobre todo cuando se comienza a practicar el ejercicio de trabajo en calma; pero no es preciso que la cabeza se incline o se desplace de su posición de equilibrio sobre la columna vertebral.

Según Gurdjieff, es necesario comprender que la finalidad del ejercicio consiste en llegar a ser consciente de la sensación corporal normal, siempre presente en el cuerpo. Éste no es un ejercicio de visualización-imaginación, y no hay que desviarse de ese fin; ser capaz de visualizar de una manera fácil y conveniente constituye una ventaja en todo trabajo interior.

El ejercicio de recordarse a uno mismo comienza con el empleo intencionado de la facultad de dirigir, a voluntad, la atención de uno mismo sobre una parte determinada del cuerpo y, al mismo tiempo, de saber que «yo estoy» aquí para hacer precisamente eso, y que lo hago ahora por «mí mismo», en el momento presente y actual, por «mi» propia voluntad y al servicio de «mi» albedrío. Cuando se llega a tener éxito, incluso una sola vez, entonces uno ya se encuentra en el camino de sentir y de «ser», no importa dónde ni en qué momento; de saber que «soy».

Este objetivo no tiene por qué ser difícil de alcanzar. Fue Gurdjieff quien habló primero de «recordarse a sí mismo» y quien señaló este olvido en el hombre, así como el primero en proponer a sus alumnos ejercicios que permitían entrar en ese estado. Antes de Gurdjieff, ningún psicólogo lo había remarcado, pero a partir de él, numerosas escuelas de psicología y de esoterismo lo han adoptado, normalmente sin referencia alguna a Gurdjieff.

Cuando una persona practica dicho ejercicio a menudo con el fin de adquirir una gran facilidad por sentir, llegar a ser consciente y tener la sensación del cuerpo, debe realizar el esfuerzo suplementario de alcanzar, al mismo tiempo, el estado de recordarse a sí mismo durante todo el ejercicio.

Ese estado de tener consciencia de uno mismo simultáneamente a la consciencia de la sensación del cuerpo, se denomina «estado de recogimiento». Hay que guardarlo el máximo tiempo posible, sin dejar que la sensación corporal desaparezca ni disminuya contra la voluntad de uno mismo. En el momento en que la sensación del cuerpo comienza a debilitarse, hay que retirar la atención de la propia decisión. Se debe hacer saber al cuerpo que es uno mismo el maestro, y no al revés: Nunca hay que permitir a una voluntad cualquiera que prevalezca sobre nuestra voluntad.

La sumisión a la voluntad de otro sólo conduce a la perdición, y nunca a la consciencia objetiva.

Cuando la persona ha adquirido el gusto de recordarse a sí misma y sabe cómo llegar rápidamente a la consciencia de la sensación corporal, es decir, a entrar a voluntad en el estado de recogimiento, se deben mantener los ojos abiertos durante todo el trabajo en calma.


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extraído WEB https://eneagramacuartocamino.wordpress.com/